Los desastrosos acontecimientos que tuvieron lugar en aquel fatídico año de 1936 se llevaron por delante la vida de miles de personas, entre los que se encontraban seres humanos de gran valía como el que ahora nos ocupa. El redondelano Luis Telmo Bernárdez Santomé fue médico de enorme vocación. En el primer tercio del siglo XX la pobreza calaba hondo en muchos hogares de Galicia. Había quienes vivían hacinados compartiendo pequeños espacios húmedos e insalubres, cuantos solos y olvidados, a pesar de que por aquel entonces las relaciones de vecindad eran los andamios en los que se apoyaba una sociedad rica en espíritu pero enormemente pobre en lo material.

A pesar de sustentarse en valores como el trabajo y el esfuerzo, otros problemas de muy diferente calado provocaban que muchas personas tuvieran enormes dificultades para prosperar en un mundo, cuando menos, complicado. Don Telmo atendía a todos por igual, curándolos y dándoles con su afecto la fuerza suficiente para seguir luchando. Esta situación y su preocupación por la vida que llevaban las personas que trabajaban el campo lo llevaron a participar en política, llevado además por el enorme amor que sentía por su tierra. Lo sé por mi familia, pues desciendo en diferentes ramas del círculo más íntimo de nuestro protagonista. Mi abuela, que vivió con dignidad hasta el último segundo de su existencia, lo tuvo presente, igual que sus hermanas, cada día de su vida. Todos recordaban las agradables veladas navideñas en las que se recitaba a Rosalía mientras se hacía sonar el piano. Lo hacía Doña Isabel, la esposa del médico, mujer ejemplar profundamente religiosa que luchó viajando por medio mundo para salvar a sus hijos de la barbarie. El médico de los pobres, el amante de la libertad que tanto había trabajado por los demás, fue asesinado. Todos intentaron frenar la sin razón, personas de diferente ideología se movilizaron para salvarle la vida. Mi propia familia luchó hasta el final para obtener el indulto. De nada valió. Se vivieron tiempos muy difíciles, llegó el silencio. De repente empezaron a llegar cartas del exilio. A nuestra casa acudían los vecinos para interesarse por los Bernárdez. La tierna sonrisa que regala Doña Isabel en la fotografía en la que aparece rodeada de sus hijos fue como una brisa reconfortante para todos. Don Telmo debe ser recordado como un demócrata, un médico de vocación y un leal amigo de la libertad. Pero sobre todo debemos recordarlo como lo que principalmente fue, un hombre de paz.

*Historiador y comisario de la exposición monográfica dedicada a Telmo Bernárdez