El derribo de las vallas por parte de los vecinos en un tramo de las obras de la ampliación de la autopista en Chapela dejó clara la indignación que padecen los residentes de esta zona, que ven como se ocupan viales y soportan las molestias de la maquinaria sin informarles ni siquiera el plan de reposiciones de servicios o las medidas que se adoptarán para minimizar los ruidos. La situación más grave afecta a once vecinos, que con las obras en marcha todavía desconocen el precio de expropiación de sus viviendas.

"No permitiremos que entren las máquinas hasta que no nos paguen, hace un año vinieron a tasar la casa y mi negocio y todavía no sé a estas alturas cuánto me van a pagar", afirma José Luis Piñeiro, propietario del bar A Dorna. Este establecimiento de hostelería es uno de los inmuebles que será derribado, junto a otras once viviendas entre las que se encuentra un bloque de cuatro alturas, para permitir la ampliación de la vía de alta capacidad. "Yo dependo de mi negocio y tengo que seguir trabajando para vivir. Nos amenazan por parar las obras pero son ellos los que nos están parando nuestras vidas", lamenta ante su local.

Junto al bar, el propietario de otra casa afectada, Roberto Villar, se queja de la situación que tienen que soportar "por culpa de no hacer bien las expropiaciones en su momento". Este vecino, al igual que los otros diez, se enteró el pasado año a través del BOE de la expropiación de su vivienda, cuando no aparecía en el listado inicial de 2010. "Decían que aquí no tocarían nada y luego nos vino la sorpresa sin que nadie nos diera una explicación", lamenta Villar, que ya no se fía de los compromisos ni de Fomento ni de Audasa. "Estamos cansados de que en las reuniones todo son buenas palabras, pero luego se las lleva el viento", afirma.

Al otro lado de la autovía, en un tercer piso de un bloque de viviendas reside María del Carmen Fernández. "No tiene lógica que inicien las obras sin resolver antes el pago de las casas, algo raro tiene que haber para que no entreguen al abogado de los afectados el expediente de expropiación. Esto es inhumano porque la gente lleva mucho tiempo con esta incertidumbre", apunta. En su edificio solo se derribará un garaje anexo a pesar de estar situado a solo doce metros de la autopista. "Cuando se amplíe el carril quedaremos encima. Si ahora el ruido es insoportable, luego ya no se podrá vivir", indica.

Su hermana Joaquina, que reside en otra planta del mismo edificio, denuncia la indefensión de los vecinos. "Llevamos mucho tiempo luchando y no nos dan solución a los problemas, y encima tenemos que sufrir las molestias que causan con los trabajos durante las noches. Nos espera un calvario", señala.

Su caso es similar al de Ana María Román, que no ha sido expropiada pese a que quedará en la zona de dominio público. "Voy a quedar con seis carriles delante de la puerta mi casa con lo que supone de ruido y contaminación, además de la devaluación de mi casa", indica esta vecina, que critica que en el proyecto ni se contemplase la instalación de pantallas antiruido.