Raída, descosida y vuelta a coser una y mil veces. Pero, sobre todo, vestida con pasión. La marinera de la Armada que arropó al nigranense Daniel Pazó Vila durante la etapa más trágica de su trayectoria militar al servicio de la República ha aparecido seis años después de su muerte. Es la única pieza de este tipo de uniforme de marinería de la época que se conserva en toda España, según los datos que maneja el marino mercante e investigador José Manuel Rodríguez Crespo, tras contrastarlos con expertos en la materia de toda la geografía nacional.

Aquel artillero de vocación y profesión, al que la guerra civil convirtió después en avezado marinero, la había escondido en el fondo de un armario, como si se tratase de un tesoro. "Lembro cando a vestía para enseñarlla aos amigos. Era unha reliquia para el", explica Luisa Pazó Tiedra, hija del propietario de la pieza. Fue ella quien la encontró cuando limpiaba la casa donde nació, en el barrio de A Tarela. Nada más sacarla del guardarropa, revivió emocionada lo que aquella pieza significaba para su progenitor. Era un símbolo de su servicio al Estado legítimo que el levantamiento militar dinamitó. Una bandera de sus convicciones, calladas durante los 40 años que duró la dictadura franquista, e intactas pese a las calamidades que la guerra civil y la represión le ocasionaron.

Daniel Pazó se había alistado a los 20 años, en 1934. Enseguida embarcó en el acorazado Jaime I. Cuando estalló la guerra civil, prestaba servicio como artillero apuntador a bordo del buque, cuya tripulación permaneció leal a la República.

El sabojate que reventó el barco desde el interior el 17 de junio de 1937 lo sorprendió en las bodegas. Y logró sobrevivir al escapar casi inconsciente por una escotilla. La explosión causó importantes secuelas a su salud y destrozó su ropa. Tras recibir el alta hospitalaria en agosto, le entregaron un uniforme nuevo, precisamente el de la marinera recuperada. Y con él continuó su tarea destinado a las baterías de costa del Estado Mayor de la flotilla de Almería, donde caería prisionero.

Lo capturaron el 31 de marzo de 1939. Así lo hizo constar él mismo con un grabado artesanal en la cuchara que aún permanece atada a la casaca. El utensilio refleja sus iniciales y las fechas clave de su encierro. La de su encarcelamiento y la de su liberación, el 24 de octubre de 1940. Ni militaba en ningún partido ni había cometido ningún delito, así que el régimen lo soltó por falta de pruebas.

Solo defendía la legalidad, según explican sus hijos Gabriel, Luisa y Daniel, tres de sus cuatro hijos que han encargado a una modista otras tantas réplicas de la marinera para guardarlas en homenaje a su progenitor. Un trabajo complicado, dado que la pieza presenta bordados a mano. Además de los galones de cabo primera, grado que logró en las baterías de Almería, el brazo izquierdo conserva el emblema de la especialidad de artillería -dos cañones cruzados sobre un ancla y una corona mural de la República- en hilo de oro. En el derecho, aparece el símbolo de apuntador -un ancha con una bala cruzada- en plata.

Son distintivos que el propio Pazó mostraba orgulloso a sus allegados de forma clandestina en el galpón de su casa. "Tiña a marinera colgada dunha viga, coma se fose unha pancarta. Á nosa nai non lle gustaba vela alí porque pensaba que lle podía traer problemas", narran sus herederos.

Años después de ocultar la prenda, llegó la democracia. Y con ella, la ley de servicios prestados a la República. Daniel Pazó luchó durante casi un lustro hasta que el Gobierno le reconoció en 1991 el grado de capitán de corbeta. El día que recibió la carta de Madrid fue inolvidable para todos. "Era incrible a súa cara de satisfacción despois dunha vida de padecemento", relatan sus descendientes, entusiasmados con el hallazgo de uno de los bienes más preciados de su padre.