"Isto é un escándalo. Non podemos abrir as ventás nin as portas. Da noxo ata comer polo cheiro". Las frases son de Perfecta Araújo Vázquez, vecina del barrio de Souto, en la parroquia gondomareña de Donas. Tita, como la conocen en la zona, está indignada porque lleva más de una década "soportando" los vertidos de aguas fecales que se producen ante su casa, en plena calle, con una frecuencia de "dúas ou tres veces ao mes".

Una docena de familias afectadas por el problema comparten su malestar. Los desbordamientos de las acometidas del alcantarillado están más próximas a su vivienda, pero el hedor alcanza a buena parte del núcleo, ubicado en las proximidades de la iglesia parroquial. Por eso decidieron ayer colgar una pancarta en la que puede leerse "Os veciños do Souto non queremos máis merda", para que todo aquel que pase por allí sepa del martirio que padecen.

Los más curiosos preguntarán a qué se debe la protesta. La respuesta es sencilla y tanto los afectados como el gobierno local de Gondomar la conocen perfectamente. La instalación del saneamiento fue incorrecta. Las tuberías carecen de la pendiente suficiente para desalojar las aguas residuales. Cuando se produce un atasco, salen de los pozos de registro y discurren calle abajo, inundando de suciedad el principal vial de la zona y causando olores pestilentes. "É vergonzoso. Aparecen compresas, papeis e toda clase de basura", explica Tita.

El concejal nacionalista no adscrito Antonio Araúxo se hace eco de las quejas y planteará al próximo pleno una moción para exigir al gobierno municipal que resuelva el problema. El edil destaca que las aguas no solo anegan el vial, sino que contaminan un regato próximo, así que también formulará una denuncia ante la Xunta.

La solución se plantea difícil. Según afirma el concejal de Medio Ambiente gondomareño, Juan Carlos González Camesella, requeriría una importante inversión para levantar de nuevo la calzada y dotar de la caída necesaria los tubos.

Por el momento, en Ayuntamiento envía una empresa especializada para desatascar los conductos cada vez que los habitantes del entorno lo requieren. Así lo hizo el pasado lunes, después de que el último desborde mantuviese a los vecinos "ateigados de insectos e de cheiros" varios días.