Tenía que ser marinero. La tradición familiar, el ambiente que le rodeó desde niño y el salitre que todavía corre por sus venas escribieron su destino. Antonio Costas Cabral es el veterano de los pescadores de Panxón y cumple mañana 88 años. Sus vecinos le anticipan hoy el regalo con un emotivo homenaje por una vida entregada a la pesca y el buen humor que derrocha cada día por la parroquia. Lleva 18 años jubilado y aún no ha sido capaz de vencer esa inexorable pasión que solo los verdaderos lobos de mar sienten cada mañana al despertar. "Aínda ía botar unha liña, pero xa non me deixa a muller nin os xenros. Teríame que divorciar...", bromea a pie de muelle, donde pasa las tardes "comentando a xogada cos compañeiros".

Su carrera a bordo de numerosos barcos no es casualidad. Antonio nació el 26 de junio de 1926 a apenas unos metros del puerto de Panxón. Dio sus primeros pasos entre gamelas y aparejos. Y a los 12 años ya se enroló en la empresa familiar. "O meu avó tiña catro barcos de cerco e pescábamos sardiña, xurelo, todo o que entraba pola popa", recuerda. Fueron años de esplendor. "Daquela pescábase moito e Panxón era un gran porto de mar, con moitos barcos de máquina. Había cofradía e todo. Pero aquí tiramos con todo". Los problemas del sector eran similares a los de la actualidad. "Igual ca agora, cando viña un temporal tiñamos que amarrar en Baiona para non varar na praia", explica.

Y las marejadas causaban estragos también entonces. Como una ocasión en que sufrió un naufragio a bordo del Majestad. Ocurrió en Cabo Silleiro y toda la tripulación se salvó gracias a la ayuda de otras embarcaciones. Pero Antonio prefiere olvidar aquel episodio. Lo considera un "apuro", como otros muchos que padeció después en aguas más lejanas.

Cuando su familia se deshizo de la compañía, acudió a Vigo a "buscar a vida". Se embarcó en varias "bacas" en Bouzas, en "bous" en el puerto vigués y también estuvo enrolado durante años en pesqueros de Gran Sol. "Sempre metido no pozo, ata os 60 anos que me retirei", ironiza con su permanente sonrisa.

Para sus últimos años de carrera prefirió regresar a Panxón. Encargó una pequeña embarcación llamada Delia, en honor a una de sus dos hijas, que le han dado cuatro nietos. Ahora disfruta de todos ellos cuando el mar se lo permite. No porque dedique su tiempo libre a pescar, como le gustaría. "Xa me aburro de estar en terra. Apetecíame moito un barquiño para pasar o tempo, eso sí, por dentro da bahía. Pero agora xa din todo, o barco e os aparellos", insiste nostálgico. Sino porque siente la necesidad de acercarse cada día al muelle. "Falo cos compañeiros, todos mariñeiros. Botamos unha partida ás cartas. Que vou facer?", razona mientras camina entre las atracciones de las fiestas patronales.

Los festejos incluyen hoy su momento de protagonismo. Será a las nueve y media de la noche, durante la misa mayor en honor a la Virgen del Carmen en el Templo Votivo del Mar. El párroco le ofrecerá unas palabras en nombre de sus vecinos y la comisión de fiestas le entregará una placa conmemorativa.