A Casa Colorida hace honor a su nombre. Abierta hace apenas cuatro meses, las pinturas y grafitis que invaden ya buena parte de sus paredes son el mejor reflejo del caldo creativo que se cuece en su interior. Situada a escasos metros del Concello de Nigrán, sus jóvenes promotores la conciben como paradigma de la cultura libre, como espacio abierto al arte social, como un proyecto "transformador" permeable y en continuo cambio.

Cuatro jóvenes han establecido su residencia habitual en la vivienda. Se encargan de su mantenimiento y del desarrollo del proyecto, inspirado en los preceptos de la red Fora do Eixo, que nació hace 10 años en Brasil. "Intentamos crear y facilitar un lugar para poner en marcha proyectos culturales con impacto social", explica Daniel Álvarez, uno de los residentes e impulsores de la iniciativa.

De hecho, junto a los "permanentes", A Casa Colorida permite residencias temporales de artistas o colectivos que estén buscando un lugar donde emprender sus propias ideas, siempre que estas coincidan con su filosofía: software libre, arte urbano, medio ambiente...

Además, en la planta baja, que albergaba un antiguo supermercado, hoy se abre un espacio multiusos en el que se ubica un ropero -donde cualquiera puede dejar o llevarse gratis la prenda de ropa que desee- y en el que además tienen cabida exposiciones, reuniones y todo tipo de espectáculos.

"No se venden entradas; todo es libre y el público contribuye, si quiere, con algo de dinero que se entrega íntegramente al artista, al que facilitamos también alojamiento y comida, así como contactos con otros espacios", explica Hugo Rodríguez, otro de los promotores del proyecto.

Este mismo "precio libre" se aplica al comedor popular que abre los martes a mediodía. "Tres tiendas nos facilitan productos que ya no son aptos para la venta pero sí para el consumo y Álex, un cocinero al que le gustó el proyecto, nos ayuda a preparar la comida", apunta Geles Álvarez, quien asegura que, sin publicidad de ningún tipo, logran reunir cada semana a la mesa a una media de 25 personas.

Para el día a día, consiguen alimentos a través de un grupo de alimentación biológica y han empezado a cultivar su propia huerta comunitaria en Donas, un campo para experimentar con la agricultura ecológica que ya les ha proporcionado algunos productos.

Para el resto de gastos corrientes tienen una caja común que de momento se nutre de las aportaciones económicas de sus fundadores, aunque su aspiración es que A Casa Colorida consiga autofinanciarse en el futuro.

La "colaboración" es la base sobre la que construyen su utopía, un plan de vida y un sistema de valores centrados en la libertad solidaria del individuo que ha encontrado en Nigrán un lugar donde asentarse.