Segunda jornada de vista oral en el juicio que se sigue contra el exalcalde de Porriño, José Manuel Barros, que se enfrenta a una petición de pena de seis años de prisión y otros tantos de inhabilitación presentada por la acusación particular, que representa a una funcionaria del concello, quien lo acusa de acoso sexual y laboral, contra la integridad moral, amenazas, lesiones psíquicas y prevaricación. Una pena que el fiscal rebaja a cinco años por acoso sexual, lesiones y prevaricación, aunque solicita ocho de inhabilitación.

Una jornada, la de ayer, que el tribunal dedicó a interrogar a los testigos propuestos por la defensa del exalcalde y que coincidieron al afirmar que nunca observaron actitudes de Barros hacia esta mujer que se pudieran definir, a su juicio, como actos de acoso sexual o laboral.

Fueron casi una veintena de testigos, de los cuales el abogado de la defensa acabó por prescindir de cerca de media docena de ellos. Entre ellos había concejales, funcionarios o incluso el chófer del alcalde, quienes aseguraron que las instalaciones a las que fue trasladada Isabel Penedo no sólo eran "adecuadas", sino que incluso una funcionaria que la sustituyó llegó a calificarlas como "estupendas".

Mientras que Isabel Penedo Araújo asegura que Barros respondió aislándola de sus compañeros y trasladándola a dependencias poco adecuadas tras negarse a mantener con él "dos horas de cama"; los testigos citados ayer por la defensa explicaron que no detectaron que la denunciante "estuviera aislada". Es el caso del edil Pedro Miguel Berbel, para cuyo departamento estuvo trabajando tras ser relegada de las funciones de secretaria del alcalde y quien dijo que las instalaciones del "torreón", como se denominaba al cuarto piso del edificio del Concello al que fue destinada y que ella definió como un trastero, no sólo eran aptas, sino que él mismo tenía allí su despacho. Reconoció que el multiusos de Torneiros a donde fue trasladada más tarde Isabel Penedo estaba en obras cuando ella llegó, pero no así la oficina de los funcionarios, que eran aptas.

En la misma línea declaró el entonces sargento jefe de la Policía Local, José Ramón Álvaro Cunqueiro, quien reconoció que en un momento dado se instaló un armario ante la mesa que ocupaba la funcionaria en la antesala del despacho del alcalde. Un armario que, para el testigo, lejos de aislarla le confería "un poco más de intimidad" para realizar su trabajo. En cuanto a la relación del entonces alcalde con la denunciante y el resto de funcionarios, este testigo aseguró que Barros "es un hombre de sangre caliente que igual a veces alzaba la voz más de lo normal pero con eso no maltrataba ni vejaba a nadie". Este mando de la Policía dijo que no estaba entre sus órdenes realizar un seguimiento de las ausencias al puesto de trabajo de la citada funcionaria tras contestar con exactitud los días que acudió a su puesto. También el secretario, ya jubilado, explicó que se abrió un expediente a la funcionaria "por la conducta airada de la señora Penedo que andaba a voces" y su "mala relación" con el resto de compañeros.

La denunciante no se sorprendió de escuchar estos testimonios ya que, según ella, proceden de "estómagos agradecidos" con el exalcalde. El juicio quedará hoy visto para sentencia tras la declaración nuevos testigos y de los peritos.