Más que miedo a la muerte le da pena pensar en tener que dejar algún día la vida ya que, a sus 103 años recién cumplidos, Antonio Arenosa se siente "afortunadísimo" por haber podido vivir tanto. Le gusta la comida picante, los cuentos verdes y se reconoce feminista. Es un romántico incalculable y un soñador incorregible que goza de una buena salud mental y podría hablar de Ciencia durante horas.

Se ha ganado la vida como mecánico de automóviles pero en su tiempo libre, aún hoy en día, disfruta componiendo versos, extrayendo raíces cúbicas de 27 a 30 decimales y escuchando la música clásica que los ecos de su oído le permiten; Mozart y Beethoven están entre sus favoritos.

Vigués de nacimiento decidió ingresar en la residencia de mayores Santa Ana de Ponteareas después de enviudar y padecer una fuerte gripe. "Ni la mejor familia te puede tratar como lo hacen aquí, ni aunque quisieran, sería imposible que estuviesen pendiente de ti las 24 horas del día" explica Antonio.

Ayer sopló las velas con todo el personal, sus compañeros y miembros del Gobierno local. No obstante, le quita mérito a su longevidad porque conoce el caso de Palmira, la anciana de Caldelas de Tui que a sus 107 años continúa viviendo sola en su casa. "Ella tiene 4 años y 7 meses más que yo y a estas edades un año de vida puede significar más que 10 en otra etapa" comenta y no duda en bromear: "Llevo 42 años jubilado, a la economía del país no le conviene que haya muchos como yo".

En el verano de 2008 sufrió un pequeño infarto y la artrosis también le afecta. "Los médicos me comparan con los mocitos de mi quinta y dicen que estoy muy bien pero yo soy el que estoy en mi persona" afirma.

Valora pequeños placeres como los sabores simples y gallegos del "pulpo a la feria, el lacón con grelos o los mejillones al vapor". En cuanto a las bebidas no le gustan las de más de 20º porque asegura que le resultan indigestas.

Es todo un galán que a pesar de sus 103 años pide que le tuteen porque "aquí, en la mente, no tengo una edad determinada" argumenta.