El Celta sucumbió en su estreno en el Wanda Metropolitano a la más inexorable de las leyes del fútbol: el que perdona paga. Los errores frente a los grandes acostumbran a pagarse caros y si el rival es el Atlético de Madrid y tiene a Antoine Griezmann en estado de gracia el precio puede ser prohibitivo.

No merecía seguramente el grupo de Unzué salir goleado en esta primera visita al nuevo (y hasta ahora inexpugnable) campo del Atlético de Madrid, pero el desacierto frente al marco rival y el genio del inspirado punta francés, todo un especialista en amargar la fiesta al Celta, acabaron por desequilibrar claramente la balanza en favor del blindado equipo de Diego Pablo Simeone.

El Atlético defendió y atacó mejor y explotó todo el talento del goleador francés para golpear en el momento preciso e imposibilitar cualquier conato de reacción.

Griezmann salió victorioso de su duelo particular con un Iago Aspas, al que se le sigue atragantando el Atlético. El moañés entró poco en juego en zona de peligro, no encontró socios cerca del portal rival y, cuando lo hizo, y dilapidó la posibilidad de adelantar al Celta en el partido.

Griezmann, en cambio, fue implacable. Enchufó recortando a Jonny en una baldosa la primera que tuvo a dos minutos del descanso y sirvió con una asistencia deliciosa el segundo a Vitolo, justo cuando el Celta amagaba con reaccionar con un disparo a la madera de Radoja.

Hasta ese momento, el equipo de Unzué se las había ingeniado para sobrevivir en el partido sin grandes atrancos, gestionando con balones largos la presión alta del adversario. El Atlético entró en el partido con fuerza y en los primeros minutos encontró un boquete en la banda izquierda del Celta que el montenegrino Vrsaljko explotó con peligrosos centros sobre el portal de Rubén que no encontraron rematador.

El Celta ajustó la defensa. Lobotka tomó el mando de las operaciones y, lentamente, sin asumir riesgos, el Celta reclamó la pelota hasta igualar las fuerzas. Tímidamente fue aproximándose al portal de Oblak con buenas conducciones de Emre Mor que no encontraron destinatario; luego con acciones más elaboradas.

Durante ocho minutos, del 31 al 39, el Atlético estuvo contra las cuerdas. Sergi Gómez se acercó al gol en un buen balón que Aspas surtió a Roncaglia y éste pifió. La pelota la recogió en el punto de penalti el barcelonés, que le pegó con toda el alma, con el infortunio de que Godín, muy atento, se cruzó en su camino, desviando su lanzamiento sobre la portería.

No mucho después, Pablo Hernández, rondó el gol con un remate de cabeza en un buen centro falta de Emre Mor que el tucumano cruzó más de la cuenta y acabó perdiéndose a la derecha del Oblak. La guinda la puso a continuación Aspas después de un astuto robo de balón de Maxi en el pico del área rojiblanca. El charrúa se la hurtó a su compatriota Godín y tiró una pared que dejó al moañés frente al esloveno, pero no ajustó el disparo y cruzó la pelota muy lejos de la portería. Un indulto en toda regla.

La maldición que persigue a Iago Aspas frente al Atlético se torna en bendición para Griezmann ante el Celta, que ha convertido al equipo vigués en sus víctima favorita. El francés emergió de la espesura para desatascar un partido en un saque de esquina. Giménez prolongó el lanzamiento llevándose por delante a Pablo Hernández en una clara falta y el balón le cayó muerto al delantero galo, que sentó a Jonny con hermoso recorte y fusiló a Rubén con un remate inapelable

El tanto del Atlético no descorazonó al Celta, que lo siguió intentando tras el intervalo y estuvo a punto de meterse en el partido con un disparo al poste de Radoja. La jugada la armó Emre Mor, que continúa regalando buenas actuaciones. El turco galopó por banda y colocó un gran centro en el cogollo del área que el serbio enganchó de primera con un poderoso disparo que sacó astillas a la madera.

Un gran espejismo porque en la siguiente acción Griezmann dio el golpe de gracia con una filigrana sublime. El francés olfateó de nuevo la sangre y le hincó el colmillo al Celta filtrando entre las piernas de Pablo Hernández un pase perfecto que Vitolo elevó sobre la salida de Rubén para marcar el segundo. De este mazazo, el Celta ya no pudo levantarse.

En plena fase de aturdimiento, llegó el tercero, obra de Correa, al poco de ingresar en el campo en sustitución de Vitolo. El delantero colchonero aprovechó la confusión entre Jonny y Roncaglia para despejar un balón bombeado y la falta de intensidad del argentino en el marcaje para llevarse rechazada la pelota y cruzar la pelota lejos del alcance de Rubén.

Con el choque ya decidido -nadie, salvo el Chelsea, ha marcado más de dos goles en el Metropolitano-, el Celta lo siguió intentando por inercia. Unzué preservó a Aspas, que había llegado entre algodones al partido, y recurrió a Lucas Boyé, que volvió a resultar intrascendente en un momento residual. Entraron luego Brais Méndez y Cabral en un final del encuentro descorazonador que el Atlético de Madrid manejó con suma comodidad -Simeone retiró a Griezmann y a Diego Costa-, sin intención de hacer más sangre. Treinta minutos finales de agonía en los que el Atlético bajo el pistón y que solo sirvieron para que Maxi dejará un detalle de clase con un misil que obligó emplearse a fondo a Oblak, que se lució para conjurar el peligro con estirada portentosa. Fue la única intervención del esloveno en todo el partido.

La derrota a sufrida en el Metropolitano complica las aspiraciones europeas del Celta que se aleja a los 5 puntos de la séptima plaza, ahora en manos del Girona, y a 7 de la sexta, que ocupa el Villareal. Una situación delicada que magnifica la importancia del próximo duelo en Balaídos ante el desahuciado Málaga, que adquiere casi categoría de final.