La mala fortuna del equipo canario no se quedó ayer en el césped de Balaídos, donde cayó ante el Celta en un partido de infarto. Esta mañana, el autobús sufrió una avería a la altura de Monterrei, en la A-52, provincia de Ourense. El incidente se registró en el kilómetro 168, aunque el autocar ya iba vacío y estaba ya de vuelta tras salir de Vigo.

Remontada para soñar

Brais Méndez levantó la cabeza y la noche le cambió por completo al Celta. Sucedió pasada la hora de juego en Balaídos cuando los de Unzué corrían como pollos descabezados por el campo, comidos por la ansiedad generada por el gol con el que Erik -bisnieto del hombre que marcó el primer gol de la historia del estadio vigués en 1928- había castigado su irregular partido y sobre todo la falta de lucidez en los últimos treinta metros. Pero apareció en escena el canterano. Un chico bien asesorado, con las ideas claras, que hace semanas tomó la decisión de regresar al equipo filial para que las piernas no se adormeciesen los domingos. Llegó Brais Méndez y en una de sus primeras intervenciones con el balón entró en el área rival sin hacer apenas ruido, como acostumbran los tipos con su clase, casi de puntillas.

Pero entonces sobre la hora los vigueses tiraron de su habitual comodín. Iago Aspas, poco acertado hasta entonces, sacó la varita mágica y arregló la noche. Entró desde la derecha, sentó dos veces a su marcador y puso un centro que Pablo Hernández acertó a colocar con una sutil volea cerca de la escuadra izquierda de la portería de Chichizola. El Celta sigue en el tren que lleva a Europa.