Nuevo frenazo a las aspiraciones europeas del Celta, incapaz de asaltar el fortín de Montilivi. Si hablásemos de ciclismo, diríamos que este campo que no es un Galibier ni un Tourmalet, sino más bien uno de esos puertos trampa y sin pedigrí con los que sorprende la Vuelta a España en sus últimas ediciones. Un Mirador do Ézaro, por ejemplo. Cinco victorias consecutivas lleva ahí el Girona, que se pone dos puntos por delante de los vigueses.

Al Girona le bastó con un gol en una jugada de estrategia en la primera parte para superar a los Unzué, que cuajaron un partido extraño: en bastantes ratos desplegaron un buen fútbol, pero fueron incapaces de generar ocasiones claras. Allí dónde el Celta es letal, en los últimos metros, hoy fue inane. Una tras otra, multitud de jugadas prometedoras, casi siempre generadas por Emre Mor, acababan en nada, fuese por una mala ejecución en el pase o por una mala elección. Ni Iago Aspas se libró de esta falta de acierto.

El gol llegó en el minuto 14. Una jugada ensayada -el repertorio de Pablo Machín parece un pozo sin fondo- tras un córner acabó con un aclarado en el centro del área, a dónde llegó un centro raso. Portu, el goleador más sorprendente de esta temporada, apareció por allí para remachar. Su tiro no fue óptimo, pero suficiente: Rubén Blanco no pudo pararlo, quizás por la nube de piernas, quizás porque le cogió sin la tensión necesaria.

Unos minutos después del mazazo, que retrotraía a otros partidos fuera de casa como el del Alavés o el del Getafe, el Celta consiguió rehacerse, impulsado por las conducciones endiabladas de Emre Mor, la gran novedad en el equipo titular. Una y otra vez irrumpió entre el armazón defensivo del Girona, con el balón cosido. Pero todo por una razón u otra ninguna de esas cabalgadas fructificó. La más cercana fue una que acabó con un pase interior para Maxi, pero el central se interpuso en el disparo. Bárbaro, el ejercicio defensivo de los catalanes.

Y así fueron transcurriendo lo minutos, con Emre Mor percutiendo sin que sus compañeros de parcela ofensiva fuesen capaces de encontrar la forma de terminar las jugadas. Y con el Girona persistiendo en su implacable esfuerzo colectivo. Fue con los cambios -entraron Radoja y Lucas Boyé por Jozabed y Wass- los que variaron el guion: para mal. El turco no se encontró cómodo en la derecha y al Celta le pudieron las prisas. Buscó la heroica por vía aérea, pero allí se hizo fuerte el conjunto de Machín, que se coloca séptimo y mira a Europa encaramado en su fortaleza de Montilivi.