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Un equipo libre y salvaje

El Celta, encorsetado en el arranque, vuelve a ofrecer mejor rendimiento con espacios y un juego más vertical

Pione Sisto dispara alto en una de las dos ocasiones que tuvo en la primera mitad. // José Lores

Como le sucede a tantos padres, la criatura crece a disgusto de Unzué. Su Celta sufre cuando mastica el balón. Se siente torpe en la construcción del juego. Le faltan la pausa y el dinamismo. Hace daño, en cambio, cuando le sueltan las riendas y aprovecha los espacios con mayor verticalidad. A Unzué se le puede criticar su insistencia en determinadas fórmulas que no están cuajando. Y se le puede elogiar que acabe rectificando. Al final, la mayor prueba de amor a un hijo es permitirle ser lo que desea.

misma fórmula, otro rival

Unzué se reivindicó ante el Betis. Pero esa misma apuesta naufragó ante el Eibar. La naturaleza del adversario determinó el distinto resultado de la fórmula. Extraña en un cuerpo técnico tan metódico y analítico como el celeste. La posición adelantada de Radoja no generó una presión eficaz sobre el Eibar. Lobotka se ahogó encajado entre los dos centrales y con los otros centrocampistas demasiado alejados para buscar la conexión en corto. Mendilibar sí supo cómo interrumpir la circulación céltica en su mismo arranque.

al patadón

Unzué carece de centrales capaces de romper líneas en conducción (sobre todo sin Fontás). Y tampoco tiene un portero que ayude. Rubén es titular por derecho propio. Pero ahora se añoran aquellos afanes combinativos de Sergio, por más que provocasen algún que otro disgusto. Es esa cruel aritmética tan difícil de calcular: los escasos fallos gruesos pesan más que tantos pequeños pases que ayudan a generar una dinámica. Rubén tiende más al patadón. Es una alternativa válida si se asume y se disponen mejor las piezas alrededor del destinatario.

el declive de Pione

Emre Mor, pese a las sospechas que genera su inconsistencia, le está comiendo el puesto a Pione Sisto. Pero el rendimiento decreciente de Sisto en ataque no es solo su culpa. La reubicación de Iago hacia la mediapunta ha provocado un reordenamiento de los espacios en la medular que multiplica el esfuerzo defensivo de Pione. Al danés le cuesta más llegar arriba y tampoco existen sistemas destinados a emparejarlo en el uno contra uno con el lateral. Lo que no quita que quizás le convenga recuperar energías en el banquillo e intentar reactivarse como revulsivo. Saber asumir la suplencia puede ser otro paso en su proceso de crecimiento.

la sociedad perfecta

La pegada se esgrime al final como argumento definitivo en el encuentro de ayer. Iago Aspas y Maxi Gómez poseen esa chispa ante la portería que es mezcla de técnica, instinto y lectura. Todo eso que le falta a los delanteros del Eibar. Porque al final el juego de un equipo está destinado a situar el balón en los territorios de mayor efectividad para el remate. Pero la culminación depende de un segundo y un centímetro, de cómo gire un cuello o el ángulo en el golpeo de la bota. El Celta ha logrado reunir una sociedad perfecta en su delantera: experiencia y juventud, agilidad y potencia, un delantero indetectable y otro que atrae las atenciones. Y ambos, además, iguales en su contundencia ante el gol. Una pareja destinada a marcar época en el club vigués si las leyes del mercado no lo convirtiesen en un objetivo casi imposible.

un gran adversario

El Eibar es un equipo extraordinario. Suele tildarse su fútbol de sencillo como haciéndole de menos. Y la sencillez aparente es precisamente lo más difícil de conseguir. Los eibarreses se distribuyen de maravilla sobre la cancha. Tiene vocación de sacrificio y orden en la presión. Acuden al choque con fe. Saben ofrecerle una solución al compañero. Mendilibar tiene a su disposición un puñado de jugadores que entienden el fútbol de maravilla. Otra cosa es que sus carencias técnicas no les permitan a veces ejecutar con precisión lo que piensan, pero rara vez se equivocan en sus decisiones. Ayer les faltó la claridad en el último tercio y sobre todo en el remate. Fracasó uno de sus jugadores más dotados, Inui. El Celta puede además agradecer la ausencia de Orellana por sanción y que Pedro León acabe de reaparecer.

desertización de balaídos

El Celta está en la pelea por Europa. Ya tiene casi asegurada la permanencia por séptima temporada consecutiva. Unzué mezcla aciertos y errores, lo propio además en un inicio de etapa, pero el equipo siempre intenta proponer buen juego. La plantilla tiene jugadores de presente y futuro fascinante. El club está saneado. Pronto inaugurará nueva sede. Y sin embargo las gradas se van despoblando. Las incomodidades de la reforma o los ásperos horarios no explican totalmente este fenómeno. El celtismo se alimenta de las situaciones extremas. Se dispara con la euforia y responde a la corneta en los dramas. Pero se mustia en la placidez. Es incapaz de disfrutar de una tranquilidad que ya quisieran clubes de similar envergadura. La directiva, al menos en su discurso público, ni siquiera lo considera un problema. Pero remediar esa desconexión con la afición, mediante incentivos, debiera convertirse en la gran prioridad institucional para los tiempos inmediatos.

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