Un comienzo lamentable de partido en Mendizorroza acabó con las ilusiones del Celta de situarse por primera vez este curso en puestos europeos. El Alavés aprovechó dos grotescos fallos defensivos de los célticos en el primer cuarto de hora de partido para sumar una victoria que Iago Aspas estuvo a punto de impedir. Pero el extraordinario gol del genio de Moaña llegó en los últimos instantes de un duelo en el que no funcionó el planteamiento de Unzué y su equipo acabó de mala manera con una racha de cinco jornadas sin perder, prolongando además su nefasta relación con el estadio vitoriano en la máxima categoría.

La goleada encajada horas antes por el Sevilla en Eibar dejaba en bandeja al Celta la sexta plaza de la clasificación. Para ello, el equipo celeste necesitaba ganar en un campo donde solo había rascado dos empates en las nueve ocasiones que lo visitó en Primera División. Las opciones de los celestes de salir airosos en esta ocasión eran tan consistentes como sus últimos resultados: cuatro victorias y un empate en las cinco jornadas precedentes o los tres triunfos encadenados como visitantes.

En Vitoria le esperaba un equipo rocoso e intenso, al que Abelardo Fernández ha transmitido la confianza suficiente para pelear hasta la extenuación para escapar de los puestos de descenso. Además, la derrota ante el Barcelona o la eliminación de la Copa frente al Valencia en la tanda de penaltis le habían dado más confianza que dudas. Y el apoyo de Mendizorroza, en estos casos, supone un extra de motivación sobre el que el Celta estaba advertido.

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No llegó la nevada que amenazaba con complicar la celebración del partido, pero el Celta se presentó a la cita completamente helado, con las articulaciones entumecidas de algunos jugadores, que en la primera jugada de ataque del Alavés se quedaron inmóviles, como estatuas de sal, contemplando los tres intentos de remate de los albiazules, hasta que apareció Pedraza en el segundo palo y metió el balón y a un despistado Rubén Blanco dentro de la portería. La peor noticia para el Celta solo había tardado cuatro minutos en llegar.

Aprovechando la ausencia de Hugo Mallo, por una traumatismo en el primer dedo del pie derecho, Unzué había dado otra vuelta de tuerca a un once al que el técnico casi siempre añade alguna sorpresa. Se contaba con el debut de Robert Mazan por el lateral izquierdo para que Jonny Otto cambiase de banda para suplir la ausencia del capitán. Pero como ante el Barcelona o el Villarreal, el técnico del Celta apostó por Brais Méndez para ocupar esta vez la posición habitual de Pione Sisto, quien había estado desafortunado ante el Betis. También mantuvo en la medular a Radoja, una de las claves de la victoria ante los béticos.

Pero la apuesta de juntar al serbio con Lobotka en la medular no funcionó en la tarde de ayer porque el Alavés montó una jaula de piernas para que el eslovaco solo pudiese mover el balón entre los centrales. El Celta no supo neutralizar la trampa que le tendió Abelardo y se aburrió de manejar el balón en su campo. Sin juego por las bandas, el Celta quedó a merced de los errores que pudiese aprovechar el rival o de alguna genialidad de Aspas, que en medio de la desazón celeste apareció en el minuto siete para rematar un gran servicio de Brais Méndez. El genio de Moaña disparó con muy malas intenciones, pero Rodrigo Ely cortó la trayectoria del balón.

De la ocasión céltica se pasó a otro grave error defensivo de los de Unzué. Munir controló cerca del balcón del área de Rubén Blanco, abrió a la banda derecha para que Ibai Gómez pusiese un centro que se paseó por la defensa y dejó al portero de Mos a media salida. La inmovilidad de los jugadores del Celta la aprovechó Munir para dejar nuevamente en evidencia a un rival que a los diecisiete minutos de juego había regalado el partido.

En dos llegadas, el Alavés acababa con las ilusiones de un Celta con sueños europeos que no encontraba conexiones en el centro del campo ni juego por las bandas.

A pesar de su floja actuación, el equipo de Unzué pudo marcharse al descanso con un marcador más ajustado si Radoja, en el minuto 44, no hubiese estrellado contra el cuerpo de Pacheco un balón que le sirvió Brais desde la izquierda.

Aunque el partido reclamaba cambios en el once céltico, Unzué no se decidió a mover el banquillo hasta el minuto 58. Apostó el navarro por un doble movimiento: Sisto y Jozabed entraron por Mazan y Brais Méndez. El Celta, entonces, se sintió cómodo con el balón y comenzó a crearle muchos problemas al Alavés, que salvó otro momento delicado cuando Pione Sisto ajustó en exceso un remate al segundo palo, con Pacheco vencido, tras una asistencia de Aspas.

Los célticos daban muestras por fin de que podían sacar algo positivo de Mendizorroza. Pero ayer, además del mal comienzo, tampoco encontraban el golpe de fortuna que les metiese en la pelea por los tres puntos. Un remate de cabeza de Maxi Gómez también rebotó en un defensa.

Con Jonny de vuelta al costado izquierdo, acompañando a Pione, y Wass como lateral derecho, el equipo de Unzué recuperó las señas de identidad que en un arranque excelente de 2018 le llevó a las puertas de Europa. Cuando tenía todo a su favor para entrar en el grupo más selecto de la clasificación, no supo ponerle la intensidad que le exigía un Alavés que llegaba sin oxígeno a la recta final del partido.

Entonces, Unzué apostó por Emre Mor y el Celta apenas dejó el campo rival. En una de las acciones de ataque, Maxi Gómez reclamó penalti. Respondió el Alavés con otra acción de Munir, a quien Pione sujetó por la camiseta en el área de Rubén Blanco.

Aspas volvió a aparecer en escena para firmar un remate de espuela que Pacheco evitó que se colase en su portería sacando una mano prodigiosa. Mor reclamó otro penalti poco antes de que el genio de Moaña resolviese magistralmente una jugada en la que estaba rodeado de rivales. Se marchó con el balón superando todos los obstáculos, con un caño incluido, antes de fusilar al portero del Alavés. Ya solo restaban los tres minutos de descuento para arreglar un partido al que el Celta llegó tarde y que le privó de la sexta plaza, además de las ganas de romper el maleficio de Mendizorroza.