El Celta viaja a Barcelona con una representación institucional del máximo rango. El presidente, Carlos Mouriño, estará acompañado por sus vicepresidentes, Ricardo Barros y Pedro Posada, y por el consejero Antonio Rosendo. Los cuatro acudirán al palco. Una muestra de que los dos clubes han recompuesto su relación después de la crisis por la que atravesaron hace dos años.

Fue precisamente la decisión de la directiva céltica de no acudir al palco del estadio azulgrana en el partido de Liga de febrero de 2016 lo que destapó la ruptura de relaciones, que hasta ese momento habían sido fluidas. Carlos Mouriño nunca ha ocultado su condición de simpatizante y admirador del modelo azulgrana. Cuatro de sus entrenadores, Stoichkov, Eusebio, Luis Enrique y ahora Unzué puede considerarse de esa escuela. El Barcelona facilitó los fichajes de Fontás, Sergi Gómez o Carles Planas, además de la cesión de Rafinha, igual que el Celta permitió la marcha de Luis Enrique pese a que tenía contrato en vigor.

El enfado céltico llegó después de varias semanas de tensión por el "caso Nolito", cuyo préstamo solicitaba el Barcelona. El vicepresidente barcelonista encargado del área deportiva, Jordi Mestre, fue especialmente amenazante: "Tras la actitud de la junta del Celta a mi me costará negociar con ellos. Arrieros somos y en el camino nos encontraremos", declaró.

Sin embargo, no fue este asunto lo que molestó a Carlos Mouriño, sino que en el verano de 2015 el Barcelona se hubiese hecho con el infantil Anwar Mediero sin advertir de sus intenciones en Praza de España.

La tormenta parece haberse disipado. Mouriño regresa al palco del Camp Nou y el Celta vuelve a preguntar por la situación de jugadores barcelonistas, como Denis Suárez y Rafinha, aunque sea para constatar que no están a su alcance. La prensa catalana publicaba ayer que Rafinha podría irse cedido al Inter.