El fútbol es un espectáculo que gana audiencia pero pierde aforo en los estadios. Ayer mismo se quejaban en Barcelona de la caída de la asistencia en el Camp Nou. Balaídos no es ajeno a esta tendencia, provocada por los horarios, los precios de las entradas y, en Vigo, por las incomodidades del estadio. La visita del Real Madrid reunió a 20.800 aficionados, muy lejos de los llenos que se rozaban en el pasado con la visita del campeón madrileño, el equipo que más expectación ha generado tradicionalmente en Balaídos. Los que ayer estuvieron, disfrutaron con la intensidad que le puso al juego su equipo, que estuvo a punto de superar al campeón de casi todo el año pasado.

Los partidos importantes en Vigo se sienten desde la distancia; cuanto más grandes, más metros de estacionamientos improvisados de vehículos en los alrededores del estadio. Y también se nota en la descarga de decibelios en el ambiente, que se enciende con el movimiento del balón. Funciona con energías limpias, aunque en algunos momentos los cánticos eran bastante sucios y ofensivos hacia el rival, que en los últimos meses le dio muchas vueltas a la eliminatoria de Copa contra el Celta. Ahí perdieron los blancos la oportunidad de conquistar un sextete que sería histórico para el club que más títulos internacionales posee. El curso pasado solo le faltó ganar el de la competición del KO. Aunque los problemas llegaron antes para los de Zidane. Hace once meses, el Celta-Real Madrid se aplazaba por culpa del desprendimiento de unas uralitas de la boina de la grada de Río. Y no se vieron ambos equipos hasta febrero, en la Copa. Entonces, la temporada ya se cargaba con partidos de tres competiciones. El Celta dio la sorpresa en el Bernabéu y no dejó escapar la renta en Vigo para plantarse en las semifinales con el Alavés.

Ayer, las imágenes de aficionados del Real Madrid en los vídeo marcadores de Balaídos fueron recibidas con protestas por el celtismo, que no paró de animar a su equipo, a pesar de que en cinco minutos tiró por el desagüe la renta por el golazo de Wass. Las decisiones arbitrales llenaron el ambiente de "así, así gana el Madrid". No decayó la fiesta, pese al error de Aspas en el penalti.