Los reflejos de Sergio y la astucia de Aspas permitieron anoche al Celta progresar en la Copa del Rey con una imagen deplorable, la peor de largo en lo que va de temporada. Certificó el conjunto de Unzué su pase a los octavos de final del torneo amparado en el cómodo resultado obtenido en Ipurua y una cierta dosis de rigor defensivo que impidió al Eibar trasladar al marcador de Balaídos su insultante superioridad sobre el campo.

Fue el Celta un equipo irreconocible, invisible en medio campo y completamente inocuo en ataque, donde Mor, Guidetti y Hjulsager, el trío ofensivo elegido anoche por el preparador celeste, firmó un esplendoroso fracaso. Apenas el trabajo defensivo, con la misma zaga que doblegó hace unos días al Leganés, se salvó de la quema en una noche aciaga que mereció el reproche de la grada y que confirma los inquietantes problemas de este equipo para firmar un partido verdaderamente convincente.

Las paradas de Sergio, que desactivó tres ocasiones muy claras de los armeros y se mostró como un muro infranqueable, privaron al cuadro de José Luis Mendilibar de una remontada que seguramente mereció hasta que Iago Aspas entró en escena desde el banquillo para certificar un triunfo raquítico en el último suspiro del choque.

A diferencia de lo ocurrido en Ipurua, las rotaciones en el once no sirvieron a los suplentes para dar un paso al frente. Lejos de reivindicarse, los menos habituales dieron esta vez muy pocos argumentos para que se les tenga en cuenta. Y eso que Unzué prácticamente calcó el once desplegado en el encuentro de ida, en el que solo faltó Jozabed. Radoja no acaba de coger la forma, Brais pasó inadvertido y tampoco Hjulsager ni Mor hicieron méritos para contar con mayor protagonismo en un futuro inmediato. Solo la defensa, liderada por un gran Mallo y arropada en última instancia por Sergio, dio la talla.

El ambicioso arranque del Eibar, que desde el principio reclamó la iniciativa en busca de una difícil remontada, no hacía presagiar la dejación de funciones en que iba a incurrir el cuadro de Unzué. Los armeros apostaron por la pelota y no tardaron en dar muestras, primero de forma tímida y con el paso de los minutos de modo más decidido, de ir en busca de la remontada. Un disparo lejano de Jordán que se perdió por la línea de fondo y un peligroso tiro de Kike Martín al lateral de la red dieron los primeros avisos. El Celta no disparó contra el portal Dimitrovic hasta el minuto 36, prácticamente en su primera llegada al área, un manso tiro de Hugo Mallo desde fuera del área que el cancerbero serbio del Eibar atrapó sin pestañear.

El paso por el vestuario, lejos de activar al equipo celeste, acrecentó su incomparecencia. El Eibar dominó entonces a placer. Acaparó la pelota, le dio sentido y generó un caudal de peligro más que considerable. Sergio evitó con una gran intervención a contramano un gol cantado de Charles y desactivó posteriormente otro disparo envenenado de Bebé, cuyo rechace no fue aprovechado por Kike Martín con el portero del Celta vencido. El delantero armero cabeceó luego fuera un gran centro de Rubén Peña desde la izquierda antes de que el portero céltico abortase con el pie otra clara ocasión visitante.

La entrada de Lobotka y Aspas, el antídoto de Unzué para invertir los papeles, no mejoró gran cosa al Celta hasta que el moañés en un destello de picardía forzó a Dmitrovic a cometer un penalti innecesario.