El Celta se comporta como una bebida refrescante, a la que le falta la consistencia de un vino de reserva para manejar con éxito la ventaja que obtiene durante la primera mitad de los partidos. Los chispeantes inicios del juego de los célticos mutan en sufrimiento en los minutos finales, como le ocurrió el viernes ante el Leganés, y anteriormente contra el Girona, el Getafe o el Alavés. Esta práctica tan poco recomendable para la salud de sus aficionados es habitual en los últimos tiempos en Balaídos.

De las trece jornadas que ha disputado el conjunto de Juan Carlos Unzué en LaLiga, únicamente en tres resolvió el duelo con un marcador holgado (todos a su favor, por cierto); el resto acabaron en empate (dos, ante Girona y Getafe) o con una mínima diferencia, a favor o en contra.

Una vez analizada la trayectoria de los celestes en lo que va de campeonato, su mayor efectividad ante la portería rival se produce antes del descanso, por lo que le convendría que los partidos durasen solamente 45 minutos: sumaría cinco puntos más de los 17 actuales.

Al Celta se le critica por dejar abiertos los partidos hasta el último segundo, cuando habitualmente dispone de numerosas y claras ocasiones para sentenciarlos a su favor incluso antes del descanso porque su potencial goleador en la primera parte es notable: de los 24 goles anotados por los de Unzué, 16 los han conseguido antes del descanso. Eso significa que dos de cada tres goles llegan en ese periodo inicial del partido.

El viernes, por ejemplo, abrió el marcador en el minuto 27 al transformar Iago Aspas un penalti cometido por el Leganés sobre Jonny Otto. El Celta generó 14 lanzamientos, de los que la mitad fueron interceptados por el portero rival o algún defensa. La más clara, sin duda, fue la de Guidetti, que con toda la portería para marcar decidió buscar un pase a un compañero.

El fútbol suele castigar los errores en las áreas con aciertos inmediatos de los adversarios. El Celta se plantó con una ventaja mínima en la recta final del encuentro y estuvo a punto de dejar dos e incluso tres puntos en el camino. Pero Guerrero desperdició dos excelentes ocasiones ante la portería de Rubén Blanco.

En cambio, Juanpe (Girona) y Ángel (Getafe) tuvieron más pericia que el delantero pepinero y el Celta tuvo que ceder sendos empates cuando Balaídos ya se preparaba para celebrar otra victoria de su equipo.

Los planteamientos de Unzué permiten al Celta arrancan con fuerza y así contabiliza dieciséis tantos antes del descanso. En esta faceta, Maxi Gómez sobresale, pues seis de sus siete goles en LaLiga han llegado en los primeros 45 minutos. El delantero uruguayo tan solo dejó para la segunda mitad el segundo tanto que le marcó a la Real Sociedad. Fue en un remate en el minuto 49. Más allá de ese minuto de juego, el internacional charrúa no ha visto puerta desde que firmó por el Celta.

Iago Aspas, que iguala con Maxi como pichichi del equipo vigués, lleva cuatro goles antes del descanso, de los siete que suma después del penalti que transformó el viernes.

Ese gran caudal de goles sitúa al Celta entre los mejores de LaLiga en este apartado. 24 goles en 13 jornadas le sitúan en la senda de superar su marca histórica en Primera División, que estableció en la temporada 1998-99 con 69 goles. Las cifras actuales son las mismas que hace dos cursos y también en la decimotercera jornada de Liga alcanzaba el equipo dirigido entonces por Berizzo. En la pasada, el Celta contabilizaba tres goles menos que ahora, pero afrontaba los partidos de forma parecida a la actual. Con Berizzo también eran habituales los finales de infarto y Balaídos no era un estadio recomendado por los cardiólogos. La corta edad media del equipo y su estilo descarado de juego propician este fútbol de riesgo, de finales abiertos.