El Celta saldó con otro decepcionante empate su vacilante tentativa de encarrilar dos victorias en la Liga. No pasó de un triste punto el cuadro celeste frente al modesto Girona en un duelo extraño, demencial en el primer tiempo y algo más pausado tras el intervalo que desnudó todas las miserias y algunas de las virtudes que han acompañado al conjunto de Juan Carlos Unzué en su titubeante inicio de campaña.

Careció el Celta de temperamento para gobernar el partido, regaló tres goles en otra infamante actuación defensiva y mostró nuevamente una preocupante incapacidad para administrar la ventaja que tanto le costó adquirir en el marcador. El Girona tuvo la personalidad que le faltó al Celta. Sacó a relucir su carácter y le bastó algo de ambición y una buena dosis de rigor táctico para sacar en Balaídos un punto que vale un tesoro.

Unzué no acaba de convencer. Los jugadores no acaban de asimilar la idea y han perdido la identidad de antaño para convertirse en una equipo frágil atrás, insustancial en el medio y predecible arriba, aunque todavía afilado.

La noche la salvaron, de hecho, destellos de talento de sus hombres de ataque: el desequilibrio de Sisto, la contundencia de Maxi y la pierna derecha de Wass, con un inverosímil gol de falta directa cuando el partido estaba ya calmado que debería haber bastado para apuntalar el triunfo.

Cuatrocientos veintidós minutos, desde la segunda jornada de Liga, llevaba el equipo de Pablo Machín sin ver puerta y antes del primer cuarto de hora ya le había endosado dos al Celta en un inicio de partido delirante, que pilló a a los de Unzué en el limbo. La baja de Pablo Hernández por una lesión muscular de última hora pasó factura al cuadro celeste, que entró dormido en el partido y dio alas al un Girona, que dominó el centro del tablero, se sacudió con insultante facilidad la débil presión celeste y percutió por banda causando estragos en la frágil defensa celeste. Antes del primer gol visitante, el peligro ya había rondado tres veces el portal de Rubén.

Fue sin embargo Pione Sisto el que adelantó al Celta culminando una jugada espléndida, primorosamente hilvanada: Mallo robó en cancha propia, combinó con Aspas y sirvió el balon en largo a Maxi .El uruguayo prolongó hacia Wass en banda y el danés templó un perfecto centro al segundo palo hacia Sisto que, sin oposición, remachó la pelota de cabeza al fondo de la red.

Un golazo que resultó un espejismo porque enseguida el Girona dio la réplica aprovechando un catastrófico error defensivo de Jonny. Portu, llegando desde atrás con determinación, convirtió el regalo en el empate sin dar opción alguna a Rubén. Un minuto duró esta vez la ventaja al Celta.

Y casi sin darse cuenta, solo cinco minutos después, fue el conjunto de Pablo Machín el que golpeó a los celestes en la línea de flotación en una acción a balón parado terroríficamente defendida. Aleix García sirvió al segundo palo, Maffeo cabecea en segunda jugada dejando en evidencia a Mallo y Stuani, sin oposición en el palo contrario, remachó de cabeza la pelota al fondo de las mallas.

El segundo gol del Girona despertó de pronto al Celta, que empató casi después de sacar de centro en una contra fulgurante. Jozabed sirvió en profundidad a la carrera de Maxi, que ganó la espalda a la defensa y encaró a Gorka Iraizoz para igualar la contienda. El uruguayo definó impecablemente, con frialdad y determinación. Alzó levemente la mirada sin perder de vista el balón y, en carrera, descerrajó un disparo seco, raso y ajustado al palo, que dejó tieso al veterano portero vasco.

El delirio vivido en el cuarto de hora inicial, con cuatro goles en apenas ocho minutos, dio paso a la calma. Los dos equipos se serenaron, fijaron las marcas y se esforzaron por asegurar el pase. No hubo en esa fase dominador claro. Ambos se repartieron la pelota y la iniciativa y gozaron de un par de buenas oportunidades para engordar el macador.

Rubén Blanco evitó el tercero del Girona con una mano asombrosa en un trallazo de Maffeo tras un balón que él mismo había despejado con ciertos apuros y no mucho después Gorka desvió con la manopla un derechazo envenenado de Sisto. Wass y Maxi lo intentaron desde lejos antes del descanso con remates demasiado altos o desviados.

El juego pausado del final del primer tiempo se prolongó tras el intervalo, esta vez con el Celta dominando la situación. La lesión de Mallo condicionó los cambios de Unzué, que poco antes había sustituido a Fontás por Roncaglia y tuvo que dar entrada a Cabral y desplazar al versátil defensor argentino al lateral derecho. Aspas, de nuevo desdibujado, cortejó el gol en una bella acción individual y no mucho después Rubén conjuró el peligro desviando a córner con una buena mano abajo un duro disparo lejano.

Fue sin embargo el Celta el que rondó el gol en un balón suelto en el área que encumbró a Gorka como el mejor de su equipo, acaso del partido. El portero vasco sacó primero con el cuerpo un remate a bocajarro de Roncaglia y, desde el suelo, se elevó para salvar a continuación con una parada increíble otro trallazo de Maxi; Roncaglia envió fuera el tercer rechace.

El gol celeste lo consiguió finalmente Wass a 15 minutos de final, solo tres minutos después de que Unzué cambiase a Sisto por Mor en una última tentativa de buscar el partido. El danés volvió a desplegar todo su poderío en los lanzamientos lejanos con tiro de falta inconcebible, que Gorka solo pudo seguir con la mirada después de que el balón cambiase de trayectoria sobre la barrera con un efecto extaño.

La cosa parecía por fin encarrilada. Pero el Girona no se rindió. Machín afiló su equipo con los cambios y encontró a balón parado un botín inesperado cuando Juanpe recogió un balón suelto en el área para establecer el empate a cuatro minutos del final. En un desesperado último esfuerzo, el Celta se volcó en busca de triunfo. Aspas se acercó a él en otro balón suelto en el área pequeña, pero Gorka lo evitó con otra gran parada.