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Un error como radiografía

El fallo en el tanto del Getafe retrata la ternura defensiva del proyecto de Unzué, que introdujo matices interesantes en el juego ofensivo

Brais Méndez, ayer en Balaídos, en un intento de remate. // R. Grobas

Al espanto general le siguió el espanto puntual, un error grosero que estropea una noche de buenas noticias. Unzué introdujo matices interesantes en su fórmula. Arregló los descosidos de Cornellá en la medular. Logró activar a Iago Aspas sin renunciar a Maxi Gómez. Y apostó por Brais Méndez, con la valentía que era una de las razones de su fichaje. El fallo y el empate alientan las inseguridades de un proyecto todavía demasiado tierno, cuyo crecimiento habrá de superar la incipiente angustia clasificatoria. Una complicación añadida a las dificultades que tiene siempre un cambio de etapa, especialmente tras una época exitosa.

muchos padres

El Celta se equivocó en los ritmos: más lento en la igualada, más acelerado en la ventaja. El Getafe ambicionó el empate durante buena parte de la segunda mitad. Pero llegó justo cuando los celestes habían recuperado la pausa gracias a una medular reconstruida y los madrileños empezaban a perseguir sombras. Bastó un instante de incomprensión. Jiménez exploró las debilidades locales con un pase peligroso, en diagonal, por esa franja que cada jugador entiende que le pertenece al compañero. Fontás no tapó. Sergi abrió los brazos exigiéndole la salida a Sergio. Pero éste, tras esperar si alguien remataba en el primer palo, ya no llegaba a tiempo. Y Mallo, espectador de la escena, se despistó en su flanco. Un gol con muchos responsables y ninguno concreto; gol sistémico por tanto, injusto en la medida de los merecimientos pero también una radiografía precisa de los males que aquejan al equipo.

otra salida del balón

Unzué varió el inicio del juego. Esta vez no incrustó al pivote entre los centrales ni adelantó a los laterales. Entregó la construcción a cinco piezas en vez de a solo tres. Al Celta, sin embargo, le cuesta arrancar las jugadas. Los interiores siguen demasiado alejados y se complican las superiorades en el campo propio. Tampoco acierta el equipo a recuperar el balón cerca de la portería contraria, lo que le obliga a recorrer muchos metros en cada acción. Pero al menos esta vez sí hubo más movimiento por delante del balón, permitiendo la exploración del espacio entre líneas.

Aspas desatado

"Solo sabe marcar goles", le criticó una vez Julio Maldonado a Teddy Sheringham. Como si el gol no fuese el arte más complejo, misterioso y trascendental del fútbol. Pero es cierto que Maxi Gómez, al menos a día de hoy, enfoca todo su influjo a lo que sucede dentro del área. En ese ecosistema muestra instinto y empaque. Fuera, aunque trabaja y acude al juego de espaldas, le cuesta hacerse presente. Y eso afecta a Iago Aspas, que necesita un ariete más asociativo para dibujar trayectorias interiores. Maxi da en lo obvio y rotundo de los goles; quita en lo más vaporoso del juego y el diálogo con el resto. Quizás obligado por su productividad a mantenerlo, Unzué decidió que al menos le soltaría las riendas a Iago. Aunque no consiguiese marcar, la mayor actividad de la estrella del equipo es un dato positivo. Iago pudo aparecer en emboscada por donde quiso, con más alternativas entre las que elegir, con más senderos hacia las zonas sensibles.

la paradoja de los laterales

Mallo se desorientó en el gol del Getafe. Jonny cometió algunos fallos en los últimos instantes, de puro cansancio. Pero ambos fueron protagonistas positivos. El Celta depende en gran medida de sus laterales, de su fiabilidad en defensa y su inteligencia para elegir cuándo aparecer arriba. Mallo genera siempre peligro cuando cruza la frontera de la medular y Jonny recuperó el brío y la insistencia. Ambos están entre los mejores de la Liga, al menos de la clase media. La certeza de que cualquier fichaje, del catálogo al que el Celta tiene acceso, será suplente complica reforzar unas demarcaciones y la paradoja conduce a la dependencia de sus energías o su estado de salud. Los laterales son la fortaleza y la debilidad de la plantilla. Ayer el Celta hirió al Getafe por sus alas.

mor, en la encrucijada

Emre confirma lo que se sabía: es un jugador diferente, especial, de esos que transmiten que algo mágico puede suceder cada vez que contacta con el balón. Pero que a la vez es demasiado consciente de eso y pretende que tal cosa suceda siempre. Emre verticaliza el juego. Convierte cada ataque en una avalancha. Pero aún debe aprender las proporciones necesarias de atrevimiento y seguridad, dónde arriesgar y dónde no, cuándo buscar el regate y cuándo el pase. Ahora le pueden además las ganas de agradar. El Celta le da la oportunidad de aprender a conocer el juego. De él depende llegar a estrella o quedarse en futbolista vistoso.

Los plazos

El Celta tiene argumentos variados en su plantilla: delanteros de área y asociativos, dinámicos y de referencia; pivotes más físicos y otros de toque; desborde y remate. Puede practicar un juego de ganchillo, puntada a puntada, y otro de cuchilladas, tajo a tajo. Pero de momento Unzué no ha conseguido destilar un producto homogéneo con todos esos condimentos. Se mueve en la frontera entre la paciencia y la ansiedad, como algunos silbidos de Balaídos delatan. La criatura parece hermosa, pero el parto es complicado y puede malograrla.

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