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El mejor Celta aún sabe a Berizzo

Setenta minutos de espanto, con un equipo encorsetado, impreciso y blando, en un retraso del proceso de aclimatación a lo que propone Unzué - La reacción llegó con la versión vertical y desatada de la anterior etapa

Maxi Gómez yace en el suelo tras un enfrentamiento con Hermoso. // LOF

¿Puede una muerte digna enmendar los errores de toda una vida? El Celta intentó solucionar en veinte minutos el espanto de setenta, con el peor juego que se recuerda en años. Resucitó gracias a un gol afortunado. Pesaron más los nervios locales que los méritos propios en ese giro. Lo peor que le sucede al Celta de Unzué es que ofreció su mejor versión siendo el Celta de Berizzo. Antes había ametrallado una colección inquietante de fragilidades individuales y colectivas, anímicas y tácticas. A esta nueva etapa podía suponérsele un parto complicado. Nunca es fácil lidiar con la herencia de tiempos felices. Pero angustia, más que la escasez de puntos, la lenta mudanza a lo que ahora se propone.

escondidos en la zona

"Salgan y demuestren lo que saben", solía arengarles Berizzo a sus hombres. El técnico argentino confiaba en la responsabilidad de cada individuo. Su obra tenía más corazón que riqueza táctica. Unzué proporciona a sus jugadores un inmenso caudal de datos. Por desgracia, a su Celta aún le falta espíritu. Resulta en exceso académico, metálico, encorsetado. Cualquier fórmula es válida si se aplica bien. Pero da la impresión de que muchos jugadores, amparados en la zona y el esquema, están dimitiendo de sus responsabilidades, que antes debían afrontar desnudos en el hombre a hombre. El cambio de marca aún se le atraganta al equipo, que llega un segundo tarde a todas las presiones. Los rápidos delanteros del Espanyol aprovecharon el espacio entre líneas para el ofrecimiento y la descarga, sacando a los centrales de sitio.

sin movilidad

Unzué no debe imitar a Berizzo. Él prefiere un juego menos directo, más concienzudo en la combinación, donde todo se ejecuta como una coreografía antes que dejarlo a la inspiración de los jugadores. Pero sí puede flexibilizar su fórmula si la realidad lo aconseja. Incrustar a Lobotka entre los centrales facilitó la presión del Espanyol y ahogó la presión del juego. Por delante del eslovaco faltó solidaridad y movimiento. Ya le pasó a Luis Enrique cuando empleaba a Oubiña en la misma tarea.

sin energía ni precisión

La derrota se cimentó antes del pitido inicial, en las instrucciones de caseta. Sánchez Flores ganó ese pulso. Pero también se perdieron todas las pequeñas batallas de las que consta un partido. Los célticos estuvieron menos enérgicos en cuanto a actitud, menos intensos en cuanto a despliegue físico y menos precisos en cuanto a realización futbolística. Todo se retrata en Jozabed, el más dotado para coser el juego. Su nerviosismo infectó a todas las líneas.

el dilema de la delantera

Al final, sobre las dinámicas del fútbol pueden mandar los instantes. El Celta los tuvo, pese a su debacle, en los pies de Iago Aspas. Infalible en muchos momentos de la anterior campaña, por la actual deambula de momento ansioso, precipitado. Y no es ya el eterno debate de su ubicación. Iago ha sabido ser productivo desde la banda. Pero Guidetti le ofrecía la asociación necesaria para asomarse al área. Maxi Gómez, en cambio, es una estación término, no de paso. A Iago, menos frecuente en sus irrupciones, le pueden las ganas. Y de poco sirve Maxi si nadie lo alimenta. El Celta nunca supo situar a Pione en ventaja para encarar a su lateral y buscar el centro.

la reacción

Llegó por un gol de Pione surgido de la nada y por el temblor de un Espanyol que de repente vio peligrar lo que entendía seguro. También porque el Tucu aportó fiereza y Emre Mor, desborde. Sobre todo porque el Celta regresó a lo que ha amado durante las tres últimas temporadas: el ida y vuelta al galope, la libertad para que Iago Aspas decida por dónde circular, la avalancha.

los plazos

Unzué quiere domesticar a este Celta; convertir su arte en ciencia. Es legítimo, incluso necesario ya que ese es su libreto. Un cambio de estas características necesita un cierto desahogo clasificatorio; combinar lo que se idea con una practicidad que proporcione puntos, aun a costa de ralentizar el proceso. La directiva y el entorno celestes tienen paciencia. Pero todo cambio de etapa despierta incertidumbres. Los setenta primeros minutos de Cornellá las agravan.

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