Marcelo Díaz se confirma como jugador de selección, más que de club. Le ocurrió mientras jugaba en la Liga alemana con el Hamburgo y lo está repitiendo en el Celta, donde viene de cuajar una temporada irregular, en la que incluso fue suplente de Radoja y de Pablo Hernández.

Sin embargo, el centrocampista chileno se transforma con La Roja americana, en la que ha sido una de las piezas fundamentales en la consecución de la Copa América de 2015 y en la Copa América Centenario de 2016.

El domingo pasado, El Chelo fue uno de los destacados en el triunfo chileno sobre Camerún, en la Copa Confederaciones que se celebra en Rusia. Antes con Jorge Sampaoli y ahora con Juan Antonio Pizzi como seleccionadores, Marcelo Díaz alcanza su punto álgido como futbolista organizador, en este caso como director de orquesta de la vigente campeona suramericana.

De gigante rojo a pequeño celeste.Ese es el tránsito que El Chelo protagoniza cuando cambia Santiago de Chile por Vigo. El internacional chileno se transforma al cruzar el Atlántico. Le pasó en Hamburgo, a donde llegó a principios de 2015. Después de salvar al equipo alemán del descenso a Segunda, Marcelo Díaz vivió con la selección chilena uno de los momentos cumbres de su carrera deportiva al conquistar la Copa América ante Argentina. Al regresar a Europa, entró en un proceso de lesiones y el Hamburgo le abrió la puerta para que se marchase al Celta.

Llegó a Vigo el internacional chileno en enero de 2016 para suplir a Augusto Fernández, que por sorpresa se marchó al Atlético de Madrid. Se ganó la confianza plena de Berizzo, que aprobó su contratación, pero los continuos problemas físicos le impidieron mantener la continuidad en un once que acabó la temporada en plenitud tras alcanzar la semifinal de Copa y alcanzar la sexta plaza en la Liga.

Por segundo verano consecutivo, El Chelo vivía momentos de gloria con La Roja, que se proclamaba campeona de la Copa América Centenario. El céltico volvía a ser protagonista, junto a un equipo con estrellas como Alexis Sánchez o Arturo Vidal.

En la selección, Marcelo Díaz aporta un fútbol sencillo, al primer toque, y es capaz de marcar el tempo del juego, lo que necesita su equipo en cada momento para desmontar al rival. Desde el mediocentro y con socios como Charles Aranguiz (Bayer Leverkusen) o Arturo Vidal (Bayern Múnich), el céltico es la pieza sobre la que gira el balón para Chile.

Su implicación con La Roja suele pasarle factura en su club, como le ha ocurrido en la pasada temporada en el Celta, con el que tuvo que parar en varias ocasiones por llegar lesionado de Chile.

Su fragilidad física le impidió jugar con regularidad, a pesar de que Berizzo necesitaba recambios de calidad para afrontar una temporada muy exigente, que se saldó con 60 partidos oficiales.

Sin continuidad en el once, Marcelo se convirtió en el recambio de Radoja o de Pablo Hernández, compañero de selección. El tucumano, en cambio, apenas tiene presencia en La Roja suramericana, donde Pizzi le reserva una posición más ofensiva que la de Berizzo en el Celta.

El curso recién concluido lo cerró El Chelo con 39 partidos y 2.610 minutos de juego, casi la mitad de lo que jugó Radoja. Tampoco se le vio cómodo en el engranaje celeste en la mayoría de las ocasiones. El esquema de Berizzo quizás le exigía una trabajo físico excesivo para sus condiciones morfológicas.

En Chile, le basta con darle criterio al fútbol que se genera en un centro del campo con excelentes socios. Y puede jugar andando, dándole profundidad al balón para que sus compañeros generen ocasiones de gol. Fue uno de los fijos con Sampaoli y lo es también con Pizzi.

El Celta pretende ponerlo en el mercado este verano. Si consigue venderlo, buscará un recambio de calidad similar pero que no sufra tantos contratiempos físicos. Después de su discreta temporada en Vigo, Marcelo Díaz vuelve a renacer con La Roja, donde es un futbolista enorme, un gigante. De celeste, empequeñece.