"En un partido hay momentos en que la pelota golpea con el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir hacía delante o hacía detrás. Con un poco de suerte sigue hacía delante y ganas, o no lo hace y pierdes." Asi define la película "Match Point", dirigida por Woody Allen en 2005, el instante decisivo de un partido. Ese momento lo tuvo ayer el Celta en Old Trafford. Unos segundos que pudieron reescribir el desenlace de uno de los encuentros más importantes de la historia celeste.

Beauvue asiste a Guidetti en la última jugada del partido en Old Trafford. // Fotos: Ricardo Grobas

Solo quedaba medio minuto en el Teatro de los Sueños y el Manchester United había decidido desde hace rato que ya no se iba a jugar más al fútbol. El gol de Facundo Roncaglia a falta de cinco para la conclusión no entraba en los planes de José Mourinho. Los locales quisieron mitigar la última acometida del Celta a base de artimañas. Lo consiguieron. Una tangana que terminó con un expulsado por cada bando parecía haber frenado a los celestes y Old Trafford respiraba al verse finalista.

Pero la justicia quiso regalarle al Celta una última bala. Se la había ganado. Los vigueses habían sido superiores al United en un escenario de leyenda que ha visto una y mil veces. Un pelotazo que pudo haberlo cambiado todo. Porque en las islas británicas, y por supuesto, también en Old Trafford, se sabe que un balón largo puede convertirse en oro. La pelota voló por el cielo de Old Trafford, cayó en la cabeza del 'Tucu' Hernández que peinó hacia la posición de Guatavo Cabral. El central abrió hacia Beauvue que avanzaba por el vértice del área pequeña. Se congeló el tiempo. Ese fue el momento decisivo. El balón podría acabar a cualquier lado de la línea de gol. Una fracción de segundo y en la mente de Beauvue faltó sangre fría y sobró generosidad. El delantero decisió asistir a Guidetti hacia el centro en vez de chutar a puerta. El sueco no estaba preparado, no se lo esperaba. Su remate salió mordido. Nadie fue capaz de oir ya el pitido final. Lágrimas de dolor inundaban los ojos del celtismo. Lágrimas que horas, días, meses o años más tarde se recordarán con orgullo, al haber sido derramadas en el Teatro de los Sueños ante un gigante de Europa que estuvo contra las cuerdas.