El partido del Celta en Old Trafford queda escrito con letras de oro en la historia de un club que, camino del centenario, agranda a pasos agigantados su leyenda. Antes fue Pitesti, después Villa Park, luego Anfield, más tarde San Siro... Manchester no claudicó, pero el equipo vigués dejó marcada a fuego en el legendario recinto su "afouteza" como lo había hecho antes en los otros míticos estadios del continente (Mourinho da fe). En el viejo campo del United jugó como lo hacen los grandes y su huella permanecerá imborrable para el celtismo de hoy y para el de las generaciones futuras.

Son las muescas de una tradición que día a día desde hace noventa y cuatro años crece sobre el césped de Balaídos y que ayer alcanzó las más elevadas cotas de excelencia en el Teatro de los Sueños. El primer equipo de Galicia llegó a las puertas de un Olimpo en el que no todos tienen cabida. Perdió pero no cayó. Se mantuvo en pie, con la frente bien alta, como los 2.600 celtistas que al término del encuentro entonaron bien fuerte bufanda en formación el himno de un club con un porvenir aún más brillante que su magnífico presente.

El camino del Celta en Europa no se acaba aquí. Old Trafford marca el inicio de un prometedor futuro. Porque la final de la Europa League no es el techo de un proyecto con hechuras de metas aún más pretenciosas El mañana del Celta se construye sobre un compromiso social sólido y una economía robusta que empujan a la entidad a ese destino reservado a los escogidos, hacia ese sueño que con el paso del tiempo se ha convertido en el sueño de una historia interminable, la que cada día, y desde hace casi un siglo, escriben gentes con orgullo celeste, los hijos de la "afouteza"?