El celtismo desoyó todas las recomendaciones que se le hacía por megafonía de que debía de abandonar el estadio porque la fiesta había terminado. Pero los aficionados del equipo vigués no estaban dispuestos a marcharse sin que su equipo saliese a saludarles, no podían marcharse de Old Trafford con el amargo sabor de una eliminación injusta. Tenían que vivir el momento único que les había preparado en uno de los mayores templos mundiales del fútbol, donde durante casi cuarenta minutos reclamaron la presencia de sus héroes para dedicarle sus canciones, sus himnos. Porque en la ceremonia final, con el estadio solo ocupado por el celtismo no faltó ni el himno gallego. Breogán puede estar orgulloso de que Inglaterra pudiese escuchar la alegrías de sus hijos porque habían vivido una de los partidos más hermosos que nunca haya ofrecido el Celta en su historia. Era el partido más importante en noventa y cuatro años y mereció la pena tanta espera, aunque el premio solo sea un empate.

Llegaron con ganas de fiesta los celtistas a Old Trafford. Madrugaron. Dos horas y media antes, la grada reservada a la afición del equipo vigués fue cubriéndose de azul celeste. "Manchester is blue", cantaban los aficionados del conjunto vigués, que pronto exhibieron todo el repertorio de melodías agitadoras: "Si ganamos, ¿qué?", sonaba con fuerza en la caja de música que acoge el Teatro de los Sueños.

Desde el terreno de juego, los vicepresidentes Barros y Posada observaban a la afición con la satisfacción de quien contempla una de sus obras cumbres. Apenas un lustro antes, los dirigentes célticos tenían que pasearse por los campos de Segunda. Ahora están en un escenario único, cargado de historia y leyendas, como Busby, Best, Law, Charlton o Ferguson.

Cuando los de Berizzo hicieron su entrada en el terreno de juego para realizar el calentamiento previo, el celtismo los recibió entonando la melodía del Equipo A. La megafonía de Old Trafford emitía su propia lista de éxitos, como el "Be who you are", de The Kooks". La que suena en Balaídos salía de las gargantas de los dos mil seiscientos celtistas, como la de Raphael: "Mi gran noche".

"Que bote Balaídos", repetían, mientras los ingleses se mantenían impasibles a tanto entusiasmo coral. Acostumbrados a que su estadio sea escenario de grandes demostraciones de fuerza vocal de sus rivales, sobre todo en las competiciones europeas, observaban a los jugadores de ambos equipos mientras calentaban. En este país, fútbol es fútbol, y cualquier detalle o situación con una pelota entretiene a cualquiera. "Fútbol de salón" gritaban los celestes. Eso es lo que se echan de menos los aficionados del United, después de que el club vendiese su alma a José Mourinho. El "Iago Aspas" casi podía oírse en Liverpool, donde el moañés dejó pocos seguidores en un año casi blanco. El talento lo reservó el moañés para el equipo de su vida.

VÍDEO | Una afición de "10". // Jaime Conde

También resonaron en Portugal los insultos que se llevó Mourinho cuando cortó un balón dentro del campo después de que el árbitro hubiese señalado una falta en el área del United. No se merecía el luso tanto improperio de los seguidores de un club por el que ha mostrado mucho respeto en esta eliminatoria y de la que sale vivo para poder salvar la mediocre temporada de su equipo con un título europeo que despreciaba para los demás pero que quiere para sí.

Tampoco se libraron de los abucheos los jugadores del equipo local cuando eran anunciados por megafonía, la misma que al finalizar el partido agradecía el comportamiento de la afición del Celta, que no provocó ningún incidente en Mánchester, y a la que le deseaba un feliz viaje de regreso a casa.

Pero la afición del equipo vigués no se quería marchar de Old Trafford, quería continuar de fiesta, amenazando con quedarse si no salían los de Berizzo al campo a saludar, como en las últimas victorias del derbi gallego en Riazor.

Y desde la megafonía se insistía en que había que desalojar el campo, que todo había acabado y que el "Teatro de los Sueños" tenía que cerrar sus puertas para prepararse para otro jornada de fútbol. Tardará el estadio del United en vivir algo parecido a lo que ayer protagonizaron los 2.600 aficionados del Celta que alentaron a su equipo sin desmayo durante más de tres horas, en la que suplieron con sus voces la banda sonora de Balaídos, la que suena en esas tardes de fútbol de salón.