José Mourinho se siente como en casa cuando visita Galicia. El miércoles al llegar a Vigo, reconoció que no sabía si estaba en Portugal o en España. Ayer, el polémico entrenador luso mostró una elegancia exquisita en todo momento. Es más, fue el primero en situarse en los banquillos. Allí esperó a que llegase Eduardo Berizzo y su equipo para ir saludándolos uno a uno.

Los minutos finales, sin embargo, enturbiaron el ambiente por las pérdidas de tiempo de algunos jugadores del United. El banquillo del Celta salió a recriminar a los rivales. Entonces apareció en escena Silvino Louro, el preparador de los porteros del equipo inglés. Hubo bronca. No pasó de ahí. Al final, todos amigos. Mourinho, el primero. Pero en el ambiente quedó la impresión de que un equipo tan grande, con esa plantilla y esa historia no debería rebajarse a perder tiempo de un modo tan grosero como el vivido ayer en Balaídos.