Bongonda es el nuevo Tucu. Hereda del chileno el papel de jugador controvertido, en permanente juicio, criticado con silbidos y defendido con aplausos. Berizzo reconoce que al chiquillo belga, en el sube y baja de su temporada, se le ha agrietado la confianza. "No hay camino mágico para salir de la situación", reflexiona el técnico. "Queda pelear, queda confiar en uno mismo, queda entrenarse y aprovechar las oportunidades".

Los 16.000 que resisten en el estadio la tentación de tumbarse al sol en cualquier otra parte acuden con buena disposición. La gesta de Genk está tierna en el recuerdo. Al equipo lo reciben como de homenaje, con fervor, aunque sobre el césped sea pocos los que actuaron en la noche belga.

Balaídos es la madre que justifica todos los pecados del hijo. La culpa de la peor primera parte en mucho tiempo no se le adjudica al Celta; es el rival, el calor, el árbitro, las malas compañías. Los despistes de Jozabed, en su peor versión, o las imprecisiones de Marcelo Díaz, apenas una pálida sombra de lo que puede, tal vez despiertan un leve ruido de malestar. Enseguida se impone el entusiasmo y el grito de ánimo.

Con Bongonda es diferente. Ha sido un jugador discutido desde el inicio. Encara siempre y se equivoca mucho en la última decisión. El tiempo dirá si son pecados de juventud o un defecto natural que es incapaz de corregir. Ha avanzado por la temporada a sobresaltos. Floreció en enero, con exhibiciones coperas en Valencia o Madrid. Después se ha ido apagando, devorado por la efervescencia de Pione Sisto. Diestro contra zurdo, regate hacia el interior contra regata hacia el exterior, disparo contra centro, tan distintos pero condenados de momento a pelearse los minutos. Pione, ausente en la convocatoria pero muy presente en la retina, pesa en su contra.

Tampoco se acomoda bien al cambio de dibujo. Berizzo le suelta las amarras. Bongonda juega de segunda punta junto a Guidetti. Le cuesta cambiar los hábitos de la banda. Tiende a irse cuando los compañeros le piden que venga. No le salen los regates. Poco a poco deja de atreverse, que es el síntoma más preocupante. Pese a todo, en sus botas están las dos mejores oportunidades. En la primera parte remata con ansia al cuerpo de Adán un balón perdido por el Betis, en un mano a mano que le ofrecía todo tipo de alternativas. En la segunda toca apurado con el portero bético abalanzándosele en el área pequeña.

Cada intervención suya acabará provocando un referendo. Al abucheo, tibio pero constante, le replican aplausos. "Es claro que está atravesando un momento de poca confianza", admite Berizzo. "Pero los futbolistas atraviesan estos periodos muchas veces en su carrera. Tiene el apoyo de todos nosotros, debe hacerlo lo mejor posible y solo revertirá la situación también". El Tucu lo hizo y le marca el sendero.

El preparador descarta una actitud deficiente en cualquiera de sus discípulos. "Y si la noto, no lo diría aquí. Pero es más el querer y el no poder. El trámite no resultó cómodo. La gente joven, caso de Theo, Pape, Lemos, Carles o Sergi, siempre está expectante, esperando partidos así. El partido no fue cómodo de jugar", concluye.