El Celta ya solo tiene ojos para el Manchester United. El interminable y agotador calendario que soportan los vigueses desde el mes de agosto acabó por vencer al entusiasmo con el que el grupo de Berizzo ha encarado el permanente desafío que ha supuesto alcanzar las semifinales de Copa, de la Europa League y llegar a finales del mes de abril con opciones remotas de llegar a pelear por la séptima plaza. Ayer desistieron de esta guerra. El Betis se llevó de Balaídos una victoria justa, pero en la que tuvo mucho que ver la falta de alma, de inspiración y de orden de un equipo que ya vive consciente de que la nota final a la temporada se la van a poner los tres (ojalá) partidos que restan por disputar en la Europa League. El Manchester United se hizo presente la soleada tarde de Vigo. Estaba en las conversaciones, en la sonrisilla nerviosa de los aficionados, pero también en la alineación de Berizzo.

El argentino concedió descanso a un puñado de titulares a los que envió a juguetear con sus niños a la grada y compuso un equipo algo extraño, con algunos futbolistas en un alarmante estado de forma y a los que, aún por encima, repartió por el terreno de un modo completamente novedoso. Un 4-4-2 se transformó en un regalo para el Betis. El Celta fue incapaz de ajustarse a ese planteamiento algo revolucionario. No está hecho el equipo para un traje que le tira de todas las costuras y que le impidió comportarse como acostumbra, que le robó gran parte de su personalidad. Incapaces de ocupar el campo como acostumbran, el Celta no supo cuándo ni dónde presionar, retrasó en exceso su línea defensiva y generó enormes espacios en el centro del campo que el Betis aprovechó gracias al talento de Joaquín y Ceballos que no tardaron en iniciar un bombardeo sobre la portería de un efectivo Sergio.

En la desaparición del Celta influyó decisivamente el dibujo, pero también el estado de forma y la falta de confianza de algunos futbolistas. Los casos de Bongonda y de Marcelo Díaz fueron los más evidentes. El delantero, arrinconado en el sector derecho, ha perdido el descaro y el atrevimiento. Sigue teniendo las piernas rápidas de siempre, pero ha dejado de atreverse y se ha transformado en presa fácil de las defensas a quienes incomodaba siempre con su profundidad. Lo del chileno también resultó inquietante. A su lado Radoja redobló esfuerzos pese a que su cuentakilómetros ya ha dado la vuelta para tratar de poner un poco de orden en una línea que era una verdadera sangría por la incapacidad de Díaz de hacerse presente. Berizzo trató de arreglar aquel desastre -las ocasiones y los remates se sucedían sin fortuna en el área de Sergio- ordenando la marca al hombre de Pape sobre Ceballos y de Radoja sobre Joaquín. La medida frenó en parte la carga de los andaluces, pero no arregló la falta de juego y de presencia en el campo contrario del Celta que sin embargo antes del descanso tuvo una ocasión muy clara de inclinar el partido. Se encontró Bongonda un regalo de la defensa sevillana que le permitió encarar con todo el tiempo del mundo a Adán. El belga mostró entonces el drama de su momento de forma. En otro tiempo hubiese arrancado la moto y habría dejado tirado al portero. Pero ayer tuvo una reacción más propia de un delantero camino de la retirada. Bloqueado, estampó un remate vulgar contra el cuerpo de Adán y envió al limbo la ocasión que hubiera podido cambiar la dinámica del partido.

Porque los caprichos del fútbol quisieron que el Betis atacase menos en el segundo tiempo, pero acertase en la primera que tuvo. Estaban sesteando los verdiblancos tras un ilusionante regreso del descanso por parte del Celta, impulsado por Radoja y Jozabed, pero en la primera salida clara que tuvieron por la banda de Durmisi, el buen lateral zurdo puso un gran centro en el área que Brasanac convirtió en gol adelantándose a la acción de Roncaglia.

Y el espíritu de la versión céltica de ayer no estaba para grandes reacciones ni ataques de cólera o fútbol. Cundió la desgana y cierta resignación con la idea de que el día ya no tenía solución. Berizzo comenzó entonces a reclutar a integrantes de su primera unidad que esperaban turno en el banquillo. La entrada de Jonny, por ejemplo, impulsó al Celta hacia la portería de Adán. Escaseaba el fútbol, pero al menos el equipo de Berizzo recuperó su dibujo natural, empezó a robar el balón más lejos de su portería y su presencia en el área se hizo más constante. Pero le faltó a los vigueses inspiración por todas partes. Eran oleadas aisladas, sin mucha coherencia, que los futbolistas casi intentaban de un modo conmovedor. Merodeó el Celta el área de Adán y se permitió algunos disparos inquietantes. Con la entrada en escena de Wass el equipo se hizo aún más reconocible y, aunque en la desesperación de buscar el empate, el Betis pudo liquidar el partido en algunos contragolpes peligrosos, el Celta soñó con encontrarse un punto en alguna de sus llegadas. Lo más cerca que estuvo fue en el descuento en un disparo de Wass que salió a la derecha de Adán por poco. Pero llegó el pitido final y la sensación de que la Liga ha terminado para el Celta. La pelea por el séptimo puesta ya parece una quimera y un desgaste excesivo para un equipo sometido durante meses al límite y que en su cabeza ya solo tiene "diablos rojos" que le roban el sueño.