El United es la perfecta combinación entre lo más tradicional del fútbol y las paladas de dinero que ha traído la globalización y la apertura de nuevos mercados. Un club gigantesco que utiliza siempre que puede a Bobby Charlton como bandera para mantener intacto el lazo con la historia y el pasado al mismo tiempo que abre nuevos mercados y genera ingresos asombrosos para convertirse en el club con más seguidores del planeta.

Ningún otro club del mundo alcanza la dimensión del Manchester United. Recientemente Deloitte anunció que los Red Devils volvían a convertirse en el club con más valor en el mundo por delante del Real Madrid, Barcelona, Manchester City y el resto de la nobleza del fútbol mundial. Casi seiscientos millones de presupuesto anuales, pero sobre todo la capacidad para gastarse en un solo verano la cifra de 268 millones para darle a Mourinho un equipo competitivo para recuperar la hegemonía en el fútbol inglés, algo que el equipo de Old Trafford ha perdido después de la marcha de Ferguson.

Con esa idea al United no le preocupa gastarse más de cien millones de euros en comprar a Paul Pogba, el talento joven más importante y mediática que había en el mundo. Una prueba más de su dominio, de su reinado, de ese poder económico que demuestran en este tipo de operaciones. Nadie puede situarse a su lado cuando se trata de tirar de chequera. Solo sus vecinos del City tienen una capacidad similar a la de este club, propiedad de los hermanos Glazer, dos americanos que no disfrutan de las simpatías de buena parte de la afición, más anclada a las tradiciones que vio en la llegada de esta pareja una cierta prostitución de la entidad. Pero el club soportó aquella tormenta y ha seguido cosechando dinero por el mundo gracias a una estrategia clara. Ellos fueron los primeros en llegar a Asia, los que abrieron un mercado inmenso, de centenares de millones de aficionados que han convertido este club en el más seguido del mundo. Cada partido del United es una fiesta en el lejano Oriente. Beckham fue esencial en aquella explosión que permitió al cuadro de Manchester mostrar el camino que seguirían luego el resto de clubes de Europa.

Y así, con ese dineral que tienen en caja llegan buena parte de los mejores jugadores del mundo. En la actualidad disfrutan de una plantilla algo irregular. Inmensa, pero en la que se combinan jugadores que están haciendo viajes en direcciones opuestas. Por un lado están Pogba, Martial o Rashford, en el arranque de unas carreras que se intuyen luminosas. Por otro gente en el opcaso de su carrera como Ibrahimovic o Rooney, convertido más en símbolo que en futbolista. Y por el medio la madurez que dan futbolistas como Carrick, los españoles Mata, Herrera o De Gea; el armenio Mkhitaryan; Eric Bailly, Luke Shaw o Jesse Lingard. Es un equipo que deslumbra hasta un punto. Impresionarían más si saliesen al campo con el balance económico del año, con sus ingresos por marketing o si sacasen al campo a las inmensas glorias que han vestido esa camiseta. Llamarlo gigante es quedarse muy corto.