El Celta ya sabe cuál es el camino para repetir experiencia europea la próxima temporada. La vía liguera, que el equipo vigués ha mantenido viva durante meses gracias a un esfuerzo salvaje de una plantilla que acumula ya casi medio centenar de partidos en sus piernas, quedó bloqueada por el Eibar que se impuso en Balaídos en un partido que Berizzo planteó con la mente puesta en la eliminatoria ante el Genk que arranca el próximo jueves y que promete disparar las pulsaciones de la hinchada. Cuestión de prioridades. El técnico, con la enfermería a rebosar, concedió descanso a buena parte de sus futbolistas más importantes o sobreexplotados. Y se comprobó entonces la evidente diferencia que hay en la caseta con la "segunda unidad". Al Eibar le bastó la cuota justa de acierto y su habitual seriedad y orden para ningunear los intentos de un Celta desganado, falto de talento y que solo despertó en el último tramo del partido cuando irrumpieron en escena Radoja y Aspas para hacer más reconocible al equipo vigués y disponer de varios ocasiones que, de no mediar los postes, habrían añadido un poco de pimienta al insulso final de partido.

El Eibar -compacto, sobrio y muy bien trabajado- exige más que la simple voluntad para doblar la rodilla. Ahora mismo el cuadro armero está fuera del alcance de una alineación como la presentada por Berizzo. De la rotación masiva se salvaron muy pocas cosas: Jozabed, que ha sido una enorme incorporación, Pape que le puso ganas sin mucho control y la solidez competitiva de Roncaglia. Al resto les faltó juego y también una dosis de energía. Sin ella es imposible competir contra un conjunto tan bien armado como el Eibar. No fue casualidad que los vigueses apenas inquietasen la portería defendida por Yoel. El ataque de los célticos, formado por Señé, Sisto y Rossi, fue incapaz de sacar una sola vez a sus defensas de la zona de confort. Poco le importó a los vascos sentirse dominados por el Celta. Podían pasarse horas así.

En el otro sector del campo sucedió todo lo contrario. El Eibar abusó del juego directo y de la búsqueda del rechace, un panorama en el que el Celta, independientemente de la alineación, no suele sentirse cómodo. Se demostró a los trece minutos cuando un pelotazo desde la defensa fue defendido de forma ridícula por la pareja de centrales que formaban Sergi Gómez y Fontás. Se descortaron, perdieron las referencias y Kike García se encontró con un balón franco en la frontal que Sergio tampoco supo atajar. La sucesión de malas noticias no se acabó ahí. A la incapacidad para pagar el peaje que la defensa del Eibar reclamaba para entrar en su área, el Celta se encontró con el golpe emocional que supuso ver a Rossi abandonar el campo con una nueva lesión de rodilla. Imposible no sentir compasión de quien conoce como nadie el significado de ciertos gestos. Justo cuando parecía asomar la cabeza en el Celta -los tres goles del otro día, su presencia en las últimas alineaciones-, la desgracia parece cruzarse de nuevo en su camino.

El Eibar, que no entiende de sentimentalismos, abrió brecha en el partido con el segundo gol a la vuelta del segundo tiempo. Una acción bien conducida por Enrich que puso un balón en la frontal donde Pedro León remató como dicen en los manuales. Al Celta se le obligaba entonces a subir una cordillera entera en una sola tarde. Y no tenía la alineación para hacerlo. Berizzo lo fue arreglando poco a poco. Primero con la entrada de Radoja que le dio aplomo al medio del campo y sobre todo permitió que la circulación fluyese en dirección a Jozabed. El andaluz comenzó a generar juego a su alrededor. Sin alardes, sin poses gratuitas ni gestos exagerados. Sencillez en el toque, economía en los movimientos. Fue encontrando pequeñas vías en la defensa del Eibar aunque le penalizó la ausencias de socios: los laterales empujaron menos que de costumbre, Sisto no pudo una sola vez con Capa, Beauvue era invisible en medio de los centrales armeros y Señé no tomó una sola decisión acertada en toda la tarde. La situación cambió con la entrada de Iago Aspas, que siempre genera un estado de alarma en los equipos rivales. Empotró Jozabed un remate fabuloso contra el poste derecho de la portería del Eibar y poco después fue Aspas el que también se encontró con la madera. Fueron las ocasiones que el Celta tuvo para darle un poco de emoción al partido y alterar un poco las pulsaciones de un Eibar que acreditó la solvencia que viene demostrando durante toda la temporada. Los vigueses cerraron el capítulo que en gran medida supone el adiós a la pelea por Europa a través de la Liga. El séptimo puesto parece una quimera en estos momentos para un equipo que ayer eligió el camino por el que se va a jugar sus opciones de volver a Europa. El Genk asoma por el horizonte, regresan los días grandes a Balaídos.