Fue un reencuentro sin gestos, sin detalles, sin imágenes llamativas. Si sintieron algo sus protagonistas lo guardaron para ellos y lo reservaron para la intimidad del vestuario, donde las cámaras aún no pueden llegar. Orellana volvió a reunirse con el Celta. Lo hacían con camisetas diferentes después de que el pasado mes de enero Berizzo le abriese la puerta de salida del club vigués cansado de su personal forma de entender el oficio de futbolista.

Mucho se escribió en Valencia sobre posibles venganzas, pero al final no hubo noticia alguna de Orellana. Con diferencia debió ser el futbolista del Valencia al que mejor sujetaron los de Berizzo. Evidentemente el conocimiento influía. El chileno asomó un par de veces por el costado derecho pero huyó con rapidez al ver aparecer a Hugo Mallo, de lo más digno que ofreció el Celta en Mestalla. Se movió entre la zona de Jonny y de los centrales, pero apenas entró en juego con la pelota. Fue la versión discreta de las últimas jornadas, lejos del entusiasta futbolista de sus primeras actuaciones con el Valencia. De hecho, la única vez en la que encontró un mínimo de protagonismo fue cuando el árbitro le amonestó por protestar en el minuto 22. Luego le preguntaron a Berizzo sobre el reencuentro. El argentino se sonrió levemente porque traía de casa la respuesta preparada y lógica para estos casos: "Me van a disculpar pero no hablo de futbolistas del equipo rival".