No sé si un equipo es el reflejo de su afición, pero sí es cierto que tienen rasgos comunes. Berizzo advertía la víspera del derbi que imaginaba un Deportivo que saliese lanzado a por un rival al que en A Coruña se esperaba con la lengua fuera tras la eliminatoria europea en Krasnodar. El deportivismo, bien informado, captó el mensaje y se volcó con sus jugadores antes incluso de que se iniciase el encuentro. Había que meter presión al rival y a su afición, para que no se creciesen, para que no creyeran que esta jornada iba a ser tan plácida y cómoda como la de la primera vuelta en Balaídos. Había espíritu de revancha en el ambiente tras el 4-1 de Vigo. Además, el duelo llegaba en el mejor momento de los blanquiazules en lo que va de temporada. El efecto Mel permitía igualar las fuerzas en el derbi más equilibrado de LaLiga. Si unos disfrutaban en Europa, los otros volvían a sonreír en LaLiga tras la victoria ante el Barcelona en Riazor y el Sporting en El Molinón.

La primavera también se había adelantado en el Orzán y las directivas de ambos clubes disfrutaban de una buena comida en una mesa con vistas a la playa, mientras por la espina dorsal gallega los once autobuses en los que viajaba la afición celeste hacían parada en Santiago, esa ciudad a medio camino que obtuvo la capitalidad gallega que tanto desean el norte y el sur. Compostela se convertiría más tarde en el punto de encuentro entre las dos hermanas irreconciliables en el fútbol. La selección gallega limó diferencias y ahí se reforzó la amistad entre Iago Aspas y Lucas Pérez, los dos últimos ídolos del celtismo y el deportivismo, respectivamente.

Con el coruñés en Londres, el relevo lo ha tomado esta temporada Joselu Sanmartín, un trasdezano formado en A Madroa que busca en A Coruña lo que no ha encontrado en el Stoke City.

Joselu y Aspas fueron los elegidos para el anuncio de un banco sobre "O noso derbi". Esos mensajes liman asperezas. Se nota en el ambiente. Las incidencias son anecdóticas, como la del aficionado retenido ayer por la policía tras un altercado en el recibimiento que el deportivismo le dispensó al autobús del Celta. El vehículo salió indemne de botellazos en esta ocasión, a pesar del ambiente de algarabía que volvió a vivirse en la calle Manuel Murguía.

Tampoco hubo incidencias en la llegada de los autobuses con los celtistas, que solo tuvieron dificultades para hacerse oír en un estadio con el aforo completo, que compartió un emotivo himno gallego para recibir a ambos equipos.

Ese momento de tregua dio paso a un festival de cánticos contra Vigo y el Celta. El estadio volvía a rugir tras el espectacular mosaico blanquiazul y el tifo con el mensaje: "As túas vitorias, o noso legado". Los títulos son el principal argumento del norte para enfadar al sur.

El escaso fútbol invitaba a mantener los cánticos, sobre todo del fondo más radical, el que dirigía la sintonía de un Riazor que reaccionó al gol de Aspas con las frases más duras hacia el ídolo del celtismo, que celebró como una estatua de sal el gol en esa portería donde peor lo pasan los porteros rivales.

Con el tanto del moañés, el celtismo encontró mayor amplificación, mientras desde el deportivismo se reclamaba más testosterona a sus jugadores. Ya se lo habían pedido el día anterior en Abegondo, durante el entrenamiento vespertino que Mel había programado con la intención de que el equipo recibiese una inyección de moral de su hinchada.

Los novecientos celestes que se apretujaban en una esquina, dieron rienda suelta a su alegría por volver a ganar en casa del eterno rival, que iguala todavía más el balance de victorias. Pero ésta, como todas, es especial porque llegada después del 4-1 en la primera vuelta y completa una semana fantástica para el equipo de Eduardo Berizzo. Ganó el Rusia y se clasificó entre los ocho mejores de la Europa League. Ahora intenta engancharse a los puestos europeos con otra victoria histórica en Riazor. Con gol de Aspas. El primero en A Coruña. Para enmudecer Riazor.