No todos los puntos son iguales ni saben a lo mismo. El conseguido ayer por el Celta ante un rival directo en la pelea europea como el Espanyol tiene mucho de orgullo, de coraje y de respeto a una idea de fútbol. El equipo vigués resistió a las numerosas adversidades que le salieron al encuentro y que pusieron en peligro un partido que, por juego, debería haber ganado tras una primera parte en la que mezcló calidad con intensidad y a la que inexplicablemente se llegó con empate a dos goles porque el Espanyo tuvo la puntería de convertir en goles las únicas ocasiones en las que pisó el área de Rubén. Pero la expulsión de Fontás poco antes del descanso condicionó el desarrollo del partido y obligó a los de Berizzo a un esfuerzo extra en el segundo tiempo. Pero lejos de esconderse, de atrincherarse, el Celta nunca dejó de pensar en la victoria y estuvo más cerca de ella que un Espanyol siempre un paso por detrás de los vigueses e incapaz de plasmar su superioridad numérica en un campo. El Celta compensó esa desigualdad con entusiasmo, empuje y valentía siempre controlada.

Hasta la roja a Fontás, Balaídos había asistido a un espectáculo delicioso. Un intercambio de palos entre dos equipos que pelean por objetivos parecidos pero que ofrecierion un rendimiento muy desigual. El Celta recuperó sus mejores sensaciones. Rápido con el balón, agresivo en la recuperación, enfilado siempre hacia el área de Diego López. El Espanyol, lejos de ir en busca del equipo vigués, fortaleció el medio del campo con la idea de atacar poco, pero rápido. Apenas tuvo tiempo de pensar en ello porque se pasó la mayor parte del tiempo con el paraguas abierto resistiendo las acometidas del ejército de Iago Aspas. El moañés se ha convertido en el hombre orquesta de este equipo. Berizzo le está concediendo libertad para atacar por donde le plazca. Ayer volvió a situarse detrás de Guidetti para convertirse en un jugador incontrolable para el rival y cuyo repertorio no para de aumentar. Él abrió el marcador con un lanzamiento de falta directa primorosa que dejó a Diego López con el molde. Fue el pistoletazo de salida para doce minutos locos en los que llegaron tres goles más. Empató Gerard en un saque de esquina, contestó casi de inmediato Daniel Wass con un lanzamiento descomunal desde fuera del área y cerró el intercambio de golpes Piatti en la segunda llegada al área de los de Quique en todo el primer tiempo.

Pero no desfalleció el Celta convencido de que su fútbol estaba muy por encima del rival. Tenía paciencia con la pelota, a Aspas enloqueciendo a la defensa del Espanyol; a Jonny y Mallo rajando los costados del rival y a Pione amenazando. Todo ello sumado con una presión que no dejaba respirar a los pericos. Avisó Sisto en un remate al palo antes de que llegase la jugada clave del partido. Tras una pérdida de Marcelo Díaz, Fontás salió a tapar la salida del Espanyol al medio del campo y cortó la jugada con la mano. Segunda amarilla y la condena de enfrentarse a un segundo tiempo realmente complicado.

Pero el Celta no dio un paso atrás. Se reorganizó sin Guidetti en un 4-4-1, retrasó la línea de presión, se defendió con sentido y atacó siempre que pudo. El Espanyol, temeroso y desconfiado, renunció a lanzarse en busca del tercer gol y politiqueó en exceso prueba del inmenso respeto que tenía al Celta. Y los de Berizzo le fueron comiendo poco a poco el terreno. No concedieron ni una ocasión al rival, tuvieron la pelota siempre con sentido y no renunciaron a atacar pese a la limitación numérica y el cansancio por el sobreesfuerzo realizado. Fue una declaración de amor a una idea de concebir el fútbol, de morir llegado el caso dando pasos hacia adelante y no hacia atrás. La entrada de Jozabed -puro criterio el muchacho- acabó por descolocar al Espanyol que dejó de tener contacto con la pelota. Alrededor del sevillano se organizó el Celta, que obligó al conjunto barcelonés a hundir su trasero en el área de Diego López. Fueron minutos hermosos en los que el equipo que tenía diez futbolista atacaba el área rival con sus dos laterales. Iago Aspas, omnipresente, obligó en dos ocasiones a Diego López a intervenir para evitar el tercer tanto y, para completar su día, Jaime Latre pasó por alto un penalti en el área del Espanyol. El Celta consiguió un empate, pero ganó muchas otras cosas. Las que tienen que ver con el orgullo, con la fe y con la fidelidad a una idea.