Hablamos, pensamos, sentimos..., encapsulados dentro de lo que se autotitula nuestra cultura, pero, a veces, sin tener en cuenta que ignoramos otros ámbitos culturales donde se habla, piensa y se siente con ese hálito didáctico distinto, pues la materia prima del entorno no es el mismo en cada territorio.

En ese sentido debemos siempre ser prudentes y serenos, amén de ser responsables de lo que decimos o declaramos en sistemas mediáticos, y más cautelosos si de lo que se trata es de evaluar o precipitar opiniones sobre situaciones que no entendemos o no compartimos en territorios del propio Estado, tal como sucede ahora en España con Cataluña.

Con escasas diferencias, los habitantes de cada comarca, provincia o región han tenido cuasi la misma historia con un pasado conmovedor y tenebroso para todo el entorno ibérico. Tras asesinas dictaduras y monarquías corruptas habidas, este país no tiene aún expectativas meridianas de lo que debe ser o hallar en un futuro.

Nuestra historia son esquejes de dudosos árboles genealógicos de escasa y falsa credibilidad, regados con políticas reaccionarias y de los que han florecido personajes rancios que obtuvieron elocuentes másteres bibliográficos y titulares de "prime time" que aún se contemplan y enjuician como ejemplos raudales de nuestro pasado histórico.

Pocos se han detenido en reflexionar sobre los males y errores habidos a lo largo de nuestra historia, forjados desde el siglo XVI hasta nuestros días, siendo innumerables las personalidades penosas y los errores cometidos y de los que aún seguimos purgándonos.

Cataluña, tal como opinan muchos, es una entidad con personalidad propia en la que viven personas de todas las regiones y nacionalidades y en la que una proporción estimable de esa población abomina del régimen monárquico y del Gobierno central que lo respalda, además de querer instituir una república.

Aspiraciones honorables, al margen de iconos textiles o semánticos como banderas o idiomas, ya que lo importante es entenderse y aprender a respetar a los que no piensan lo mismo.

Y ahí está la quid de la cuestión, ni unos ni otros se respetan porque anteponen la división a la comprensión, esta en aras de una concentración de todos los habitantes, sean de un territorio u otro, para fijar reglas y leyes democráticas autonómicas, a fin de crear juntos, por primera vez en la historia, un futuro evidente de realidades sociales óptimas, tras desechar los lastres de un pasado que ha descompuesto a toda la sociedad española, en la que incluyo, por supuesto, a Cataluña.