En el Faro de Vigo del 19 de abril me veo en unas fotografías realizadas en la presentación de la exposición sobre Julio Verne. Como protagonista de una trifulca. Soy, efectivamente, el espontáneo que tuvo que saltar al ruedo desde el anonimato. No tengo edad ni necesidad de lanzarme a ningún ruedo. Ya tampoco me juego la vida por nada. Tengo la misma edad que el señor Caballero y hace ya medio siglo, probablemente, militábamos en opciones políticas parecidas. Los tiempos ya si están cambiando es para peor y veinte años no serán nada pero cincuenta? Digo esto porque me resulta difícil imaginar que un luchador -como él- en contra de la dictadura haya evolucionado hasta el punto de impedir preguntas en una rueda de prensa.

Este espontáneo, que no tiene más relación con el mundo del arte que la de aficionado, pertenece desde su origen -ya 15 años- a la A.A. M. (Agrupación de Amigos del Marco). Amigo, por lo tanto, del arte contemporáneo y defensor de un Museo que, a lo largo de ese período, se ha consolidado como un referente no solo vigués, también nacional e internacional. Al señor alcalde -y a sus consejeros áulicos- tienen que haberle llegado los dosieres y las más de 7.000 firmas de ciudadanos (también votantes, ¡ojo! señor Caballero) que apoyan la permanencia del Museo con su proyecto actual. ¿Para qué insistir por ahí? Ni para qué en que, en Vigo, hay espacios expositivos suficientes para todo tipo de exposiciones artísticas. De cualquier estilo.

Sabe el señor Caballero que el arte, en afortunado concepto de adorno, es un "delito no cometido". El arte nunca delinque, no se le puede castigar. En el arte, todo vale. En la vida, no. Usted, señor alcalde, no se podrá cargar el arte contemporáneo -entre otras cosas porque ni lo entiende, ni sabe lo qué es- y sin conocer al enemigo es muy difícil derrotarle. Volverá el arte contemporáneo a Vigo, al Marco entre otras cosas porque los alcaldes democráticos no son monarcas. Y se renuevan.

Estas cosas quería decirle, después de preguntarle por qué en más de 6 meses no ha recibido a la A.A.M. Usted que en su presentación de la exposición de Verne acababa de decir que habla con todo el mundo, incluso con los muertos (citó a queridos y excelentes artistas gallegos: Lugrís, Colmeiro etc.) y con el Capitán Nemo. Hablar con los muertos está muy bien, es literario, poético y, por supuesto artístico. E ilustrativo. Y un ejercicio también de humildad (vanitas, vanitatis...). A mí me gusta hablar con los muertos, le animo a seguir haciéndolo. Pero, mientras ocupe un cargo público no silencie preguntas de sus ciudadanos.

La indignación que me produjo ese silencio forzado -una forma de censura- a que me (nos) sometió fue la que me impulsó a saltar al ruedo. A salir de espontáneo.

Disculpe si, en algún momento le alcé la voz. No lo hacía desde aquellos tiempos en que, usted y yo, luchábamos contra la dictadura.