Lo reconozco, no tengo Instagram. Y aunque algunos ya me han dicho que no estar en esa red social significa no tener vida social, sinceramente me siento liberado. Vivimos en la era de la imagen, en la que todo el mundo necesita gustar a otros, y enseñarles lo "guay" que son las cosas que hace. Me temo que empieza a ser más importante el filtro con el que editamos la foto que la originalidad de un dibujo, de una ilustración o incluso unas palabras bien escritas.

Somos como los chinos, preferimos una copia a algo original. Pero aún existe esperanza. Mi cuñada de 11 años es una excepción y tiene cualidades que son la perfecta representación de las que tendrán las nuevas generaciones: ingenio, creatividad, sensibilidad y curiosidad. El futuro, por fortuna, pertenecerá a gente como ella. Aquellos que busquen marcar la diferencia, aquellos que desarrollen su creatividad. A esos astronautas que quieran pisar planetas inexplorados, o que escriban en servilletas poemas improvisados. Pues al final, una foto para gustar (que no una foto artística) reproduce más de lo mismo. Duplica algo que ya existe. No nos dejemos absorber por nosotros mismos y nuestro ego. Creemos algo nuevo, único y genuino: el futuro.