Ayer mismo, dando mi paseo diario por la orilla del río Barcala, alejado ya del Gisele, daba gusto pasear con un sol totalmente desconocido que me calentaba como juguetón la espalda y, cerca del puente donde se une el Barcala con el Nantón, me encontré con un jubilado de mi edad, achacado también de algo que, aunque me lo explicó por lo menudo, la verdad es que no me enteré, ni tampoco quise. Distraído estaba. Se mudó dejando la casa de la aldea en otro ayuntamiento instalándose en un piso de la villa con una hija. Ahora se iba acostumbrando a haraganear todos los días que en un principio se le hicieran muy largos, en un trabajador como fuera siempre.

Digo que distraído estaba, pues me mentó a mi madre, de la que se acordaba por ser la "sastresa" -como ahora está de moda decir- que iba todos los años a su casa, donde era siempre bien recibida. Lo que no quise decirle, para no interrumpirle, es lo que sigue de una su vecina.

A menudo, mi madre, conociendo tanto las necesidades como el perca -nunca tan bien nombrado- llevaba como ayudante a su hermana para hacer los trabajos menudos, hilvanar, pegar botones o así. Acaeció allá, recién acabada la guerra, que en una casa de muchos críos varones que la necesidad les obligaba a andar vestidos, desprovistos de pantalones, en verano sobre todo, con una sola camisa que le tapaba casi todo el cuerpo. Alguno que otro, aún de teta, solía hacer sus necesidades sobre el mandil y regazo de la madre, quién sin mucho disimulo, rascaba el detritus con una mazorca del maíz. Acto reflejo donde los haya.

Mi tía, su hermana, vio que la buena mujer llegaba de la huerta con la verdura apresada en dicho mandil, echándola directamente en la olla. A la hora de comer alegó indisposición y malestar, recriminándole a mi madre el poco escrúpulo que había tenido. Recriminación que duró muchos días más tildándola de todo lo conocido y reconocido sobre el aseo y la limpieza. Y aquella semana quedó fuertemente gravada en el recuerdo de ambas, llegando a nuestro conocimiento. Lo que no sabía mi tía era el hambre que tenía mi madre.