Cambiar el discurso político, como quien cambia de camisa, es demostrativo de un gran ejercicio de manipulación al que podemos llamar demagogia o populismo. Arte a través del cual muchos políticos pretenden vendernos su discurso como coherente y creíble, pensando que los votantes estamos aborregados, que creemos y tragamos con todo lo que nos dicen a pies juntillas y en el momento que a ellos les viene bien.

Eso debe pensar el señor de Albert Rivera con la prisión permanente revisable, el cual ha decidido mudar la camisa ante la avalancha de ciudadanos, más que evidente según reflejan las encuestas, que estamos a favor de la permanencia de la prisión permanente, porque consideramos que hay delitos, criminales y asesinos de los que nuestra sociedad tiene que defenderse.

Rivera y su partido han variado en cuestión de meses hasta tres veces su posicionamiento al respecto de esta cuestión. Primero pidiendo la "derogación inmediata", dentro del acuerdo con Pedro Sánchez para un ansiado gobierno reformista y progresista que no cuajó. Por segunda vez, absteniéndose en la votación de la proposición de ley para la anulación de la norma presentada por el PNV el pasado mes de octubre. Y hace un par de días por tercera vez, tras comprobar como se manifiesta la sociedad, presentando una enmienda a la totalidad, para ir más allá y endurecer aún más la permanente revisable aprobada en 2015 por el Partido Popular. Ahora Albert Rivera y su partido se convierten en defensores a ultranza de la medida. No me digan que esto no es superarse a sí mismo. Un gran ejercicio de "demagogia punitiva", tal y como calificó una compañera del señor Rivera la prisión permanente revisable.

Un sinsentido por simple tacticismo y oportunismo político que pone de manifiesto cómo a veces los políticos, en esta ocasión el señor Rivera, pretenden legislar yendo en contra del sentir mayoritario de la sociedad.