El ya se ha hecho; el ocurre en otros sitios; el si fulanito lo hace o el a zutanito se le consiente, son habituales en ciertos ambientes. Recurrir al precedente no deja de tener su punto de infantilismo, pero es que nuestros hombres públicos, en su mayoría, no brillan por su madurez de adultos políticos.

Nuestra vida política y la vida de nuestros políticos están llenas de precedentes. Es una especie de jurisprudencia callejera a la que se agarran en sus alegatos, en sus pactos y hasta en sus desavenencias.

Tenemos el precedente Forcadell, el precedente Puigdemont, el precedente del Gobierno de Andalucía, el precedente del cupo vasco, el precedente de las camisetas y las impresoras y las esposas en el Congreso, y hasta el precedente del gol de Messi que no subió al marcador de Mestalla. Y eso, sin contar con el precedente de las lesiones de Bale, que más que un precedente es una pesadilla.

El precedente justifica, y quien lo esgrime, pretende añadir el precedente a sus razonamientos aunque el precedente no siempre sea razonable.