Por segundo año consecutivo se ha producido en Tui un milagro de Navidad. Creo que este calificativo es adecuado, teniendo en cuenta que contar con una orquesta sinfónica en una ciudad de apenas 17.000 habitantes puede considerarse como un suceso extraordinario y maravilloso.

El pasado 22 de diciembre asistimos de nuevo a ese hecho no explicable por leyes naturales, y que se suele atribuir a intervención divina. Aunque en este caso el mérito de dicha intervención corresponde a quienes, de una manera totalmente altruista, conforman la orquesta sinfónica de Tui, desde el director del conservatorio Rubén López y su equipo directivo, pasando por el magnífico director de la orquesta Luis Caballero, y de forma especial de todos y cada uno de los integrantes de la orquesta y del coro de jóvenes de la Academia de Música de A Fortaleza de Valença do Miño, que, sin percibir estipendio alguno por este concierto, hacen posible el milagro.

Me van a permitir que en esta ocasión no haga un análisis musical del concierto. Solo me remitiré a los largos minutos de aplausos ininterrumpidos del público al final del mismo.

Dicho esto, me parece de necesidad urgente llamar la atención sobre diversas cuestiones en relación con la música. Estudios de diferentes universidades norteamericanas y europeas han demostrado que los estudiantes de música mejoran su capacidad de memoria, de atención, concentración, imaginación, razonamiento general y sociabilidad, sin contar con la disciplina que se necesita para el dominio mínimo de cualquier instrumento; por ello, los países punteros socialmente han incorporado en sus planes de gobierno el estudio de la música y la creación de jóvenes orquestas.

La música contiene en sí todas las emociones humanas; en definitiva proporciona un enriquecimiento espiritual único. Ya Platón decía: la música da alma al universo, y afirmaba que debía ser objeto preferente de consideración en toda reflexión cívica y política.

Al hilo de lo comentado anteriormente, es hora de acabar con la nefasta idea del voluntarismo en el arte, pues a nadie le cabe en la cabeza que un profesional de otras especialidades (médico, abogado, ingeniero, etc.) realice su labor sin percibir nada a cambio. Sin embargo, en el músico, y en otras profesiones del arte, es considerado algo normal. Sobre este punto añadiremos que solo la profesionalización nos elevará a nivel de país europeo. (En este terreno Portugal es un buen ejemplo a seguir)

El primer paso y el más difícil ya se ha dado, ahora solo resta su continuidad. Por todo ello, me permito sugerir a los responsables políticos: Concello de Tui, Diputación y Xunta de Galicia, que este milagro no caiga en saco roto.