He de reconocer y así lo hago, que formo parte de ese cada vez más numeroso grupo de españoles a los que el tema catalán nos preocupa muy poco. Puede que sea por el continuo bombardeo al que sobre el tema nos someten desde los medios de comunicación nacionales, o incluso porque ya son muchas las mentiras e infamias divulgadas, pero en realidad creo que es porque mientras se nos contamina con tan aburrido tema, aquí, en Galicia, en Vigo y en el resto de España estamos pasando por alto cuestiones de verdadero interés para nuestro futuro y que debido al asunto de referencia se van quedando en el baúl de los recuerdos.

Hoy, sin ir más lejos, leo con asombro una entrevista a un señor en la contraportada del Decano que presume y se vanagloria de que Galicia sea una potencia en la exportación de talentos, como si esa fuga permanente de nuestros mejores valores fuese un gran logro. Si el mismísimo Fraga se levanta y ve esto, se vuelve para el otro mundo al instante.

Con todo y, recurriendo a las enseñanzas de mi abuelo, he de aprovechar el manido tema catalán para extrapolar y sacar las oportunas conclusiones, esas sí, de mayor relevancia que la deriva catalanista. Según pudimos ver, Ciudadanos ha dejado en muy mal lugar al Partido Popular, probablemente debido a que hasta la gente con ideales más próximos a esta formación han decidido castigar a un partido acostumbrado al rodillo y a la imposición de sus ideas y con una preocupante tendencia a la confrontación.

Así las cosas, y viendo la actitud de esta formación hacia nuestra ciudad, que parece importarle aún menos que a mi Cataluña, entiendo, a riesgo de equivocarme, que a nada que el candidato de Ciudadanos a la alcaldía de Vigo sea medianamente convincente y tendente al dialogo antes que a la imposición, la debacle del partido de la Xunta en este Vigo que tan poco les importa y al que tanto les gusta convertir el su personal campo de batalla política, puede alcanzar magnitudes bíblicas. Después y tras previsibles llantos, lamentos y alusiones a la falta de comprensión de Juan pueblo, nos volverán a llamar localistas, así, como suena y sin inmutarse. Eso sí, a lo mejor, aquello con lo que pretenden acabar, es a la postre, quien acaba con ellos. La cosa promete.