Creo firmemente que en un futuro muy futuro la química y la física serán materias universitarias para mejor entendimiento y comprensión de todo lo que ocurre en nuestro sistema planetario, donde desde ha cunden pléyades humanas plenas de imperfecciones y aprendizajes seculares cuando no tardíos sí recesivos.

Hoy día aún, la humanidad sigue inmersa en deshacerse con un difícil puzzle de desencuentros, guerras, desigualdades sociales.., a lo que a veces hay que sumar, un plus de palabrería vana con escasos signos volitivos de paz y conocimiento, llegándose a desoír o no escuchar a la otra parte cuando plantea soluciones diversas con deseos de alcanzar finalidades convergentes y objetivos válidos y o comunes.

Y así mi razonamiento pretende acercarse a la ciencia o la química para que de tal convergencia surja la empatía, (que no es otro que un concepto que podríamos canalizar con ese viejo dicho "tengo buena química con fulano o mengano?").

Pues bien, en el ámbito social y político de este país donde resido y vivo, por lo general no gusta la ciencia ni la química, y eso hace que no se produzca el fenómeno de empatía alguno, por tanto, que no se asimile ningún verbo o escucha con todo aquel o aquello que no proporcione esa garante empatía que ni se busca.

En tales derroteros políticos, difícil es que alguien procure asentir ante el adversario pues razones, sugerencias u opiniones expuestas suelen ser paralelas, por tanto, convirtiéndose en monólogos sordos con un súmmum de dislates que van conformando un maremágnum de inestabilidad permanente con pocos visos de arreglo y convivencia.

Y eso está pasando ahora con el problema de Cataluña. Algunas personas equivocan legal con legitimidad, al contrario de esa convergencia conceptual que existe entre química y empatía. Los independentistas consideran que su decisión es legítima pero tal decisión parte de haber incumplido una legalidad. Las leyes no se transforman en legítimas por el mero hecho de ser leyes. Estas solo conforman un ordenamiento jurídico sin más. La legalidad y legitimidad se establecen cuando esas leyes cumplen preceptos básicos, ser válidas y justas, y además convergen en la defensa de todas las personas del Estado, tal es el caso de la actual Constitución Española.