Mi madre se asoció al Centro Gallego de Buenos Aires en 1957 (socia 211.815), como miles de gallegos que vinieron a Argentina, por el prestigio y la concepción solidaria que tenía su sistema de protección a la salud. Pagó puntualmente sus cuotas sociales durante sesenta años y allí tiene a todos sus médicos.

Luego de malas administraciones, y posibles malversaciones, el Centro Gallego (hoy bajo una intervención judicial) está a la deriva; médicos y empleados de la institución tienen problemas para percibir sus haberes, servicios enteros de diagnóstico están desactivados y la otrora estrella de la mutualidad española en Buenos Aires, hoy se hunde en el caos y la desidia.

Mi madre hoy tiene 83 años y necesita una operación de cadera que el Centro Gallego no puede programarle, porque no tiene suficientes quirófanos operativos.

Como miles de socios, mi madre no puede asociarse a otra entidad de medicina prepaga, por su edad difícilmente la aceptarían. La institución en la que ella confió desde que llegó a la Argentina hoy está desapareciendo y a nadie parece importarle.