Sin lugar a dudas lo más triste de esta tragedia medioambiental, es la pérdida de cuatro vidas humanas. Los terroristas ecológicos han sabido aprovechar muy bien las condiciones climatológicas adversas para causar el mayor daño posible. Viento fuerte, altas temperaturas, una sequía prolongada en el tiempo, baja humedad en el suelo y en el aire, y una actividad incendiaria descontrolada en la frontera con Portugal. Casi todo el mundo tiene muy claro que la gran mayoría de los incendios han sido provocados, excepto los de siempre. Muchos de los fuegos se iniciaron por la noche, para evitar que los medios contra incendios, como hidroaviones o helicópteros, pudiesen actuar a la mayor brevedad posible.

Los terroristas ecológicos quieren acabar con una parte importante de nuestro patrimonio natural. Nuestros bosques, parques y reservas naturales, con toda su riqueza arbórea y ecológica. Quieren acabar con la imagen que de Galicia exportamos fuera de nuestras fronteras. Bosques verdes y frondosos.

Si triste es toda esta situación, triste es también ver como los oportunistas de la política mediocre, braman en las redes sociales para ver si son capaces de sacar algún rédito político de esta catástrofe premeditada. En vez de apoyar, de arrimar el hombro con el gobierno de la Xunta, con los brigadistas, con los cuerpos de emergencia y con los miles de ciudadanos anónimos que están luchando contra el fuego, se dedican en pleno apogeo incendiario, a convocar manifestaciones por toda Galicia. Mientras unos se emplean a fondo para sofocar los incendios que asolan nuestra comunidad, toda la aportación de los oportunistas es la pancarta y el megáfono. Triste, muy triste.