Me llamo Alex y nací la madrugada de un 23 de junio de 2017.

Solo habían pasado 26 semanas desde que comenzó mi camino en el útero de mi madre, justo antes de entrar en el sexto mes de embarazo, el cual estaba siendo de lo más llevadero para ella.

El día 22 de junio y después de unas horas con molestias, en el centro de salud le recomendaron acudir al Hospital Álvaro Cunqueiro. Era última hora de la tarde y aún nadie sospechaba lo que iba a ocurrir hasta que, una vez en urgencias, mi madre acompañada de mi abuela recibieron la noticia. No se trataba de un cólico, como le llegaron a decir una hora antes; su mayor tesoro, yo, había decidido venir a este mundo. ¿Os podéis imaginar lo que siente en ese momento una madre? Más aún siendo primeriza. ¿Y la abuela? ¿Y papá, que se encontraba lejos por trabajo? Os lo describiré rapidamente: miedo, temor, pánico... Ese momento que toda pareja y su familia espera con ilusión y alegría se había convertido en horas de máxima angustia.

Ahí os presentaré a mi primera otra familia, el personal de partos. Matronas, pediatras, ginecólogo, enfermeros, anestesista, auxiliares... A todos ellos, gracias por atender tan tan bien a mi madre, por acompañarla, por apoyarla, por calmar sus miedos y por traerme al mundo.

En ese minuto de nacer, ese en el que en un parto normal me hubiera ido a brazos de mi madre, ella solo alcanzó a verme durante un segundo, no más, porque cada uno que pasaba era vital y, en brazos de la Dra. Ana Concheiro, que allí estaba esperándome, me llevó para la UCIN de la cual ella es la responsable. Una vez allí, me estabilizaron. Después de unas tres horas, mamá, abuela, papá en la distancia, y poco a poco, el resto de la familia, recibieron la noticia de que había sido un campeón que con solo 900 gramos estaba dispuesto a dar mucha guerra.

Así comenzó una maratón dentro de una incubadora, de la cual solo saldría para estar en el pecho de mamá y papá en lo que se denomina "método canguro". Estuve durante mes y medio en cuidados intensivos, semana a semana progresando, quitando poco a poco tubos, vías, sondas, soporte respiratorio... Ahí conocí a otros muchos de la familia, pediatras, enfermeras/os, auxiliares... que durante este tiempo me cuidaron y mimaron. De allí pase a la zona de cuidados intermedios donde, a los dos meses y tres días de nacer por fin me mudé a una cuna, ya sin nada más en mi cuerpo que un pulsioximetro de control.

La verdad, por suerte no he tenido muchas complicaciones para ser un "gran prematuro", otros de mis "compis" con mi tiempo ya han tenido que pelear bastante más. Pero sin duda, todos los cuidados y atención que me han prestado, facilitaron que yo progresara.

Muchos pasaron por aquí antes, en mi situación, mejor o peor, viendo día a día como se iban marchando a casa. A la par, otros llegan detrás, siendo esto algo que es más común de lo que muchos igual creen.

A todos esos padres, que algún día igual tengáis que pasar por ello, os digo que seáis fuertes y que no tengáis miedo. Parecemos más delicados y frágiles que nada en el mundo, pero somos unos auténticos pequeños guerreros.

Pero dejadme volver a donde iban dedicadas estas líneas, mi familia del Alvaro Cunqueiro. Mis padres y yo queremos daros las gracias.

Gracias al personal que atendió a mi madre durante el parto, muchas gracias por esas horas cruciales. Mamá por desgracia no sabe nombres, ni reconocería a la mayoría de ellos en la calle y muchas veces dice que ojalá pudiera daros a cada uno las gracias en persona.

Gracias a la Dra. Ana Concheiro, por ser mi primera madre al llevarme en sus brazos nada más nacer, por tranquilizar a mi abuela en el pasillo, por dejarla pasar a verme y sobre todo, gracias por dirigir un equipo tan maravilloso.

Gracias al resto de equipo de pediatras, que casi día a día le dabais a mis padres buenas noticias de mi comportamiento.

Gracias, un millón de gracias, al equipo de enfermería, pues son las que, hora a hora, turno a turno, junto a las auxiliares, me han cuidado y mimado, sois todas magníficas. Aunque con unas coincidimos más y con otras menos, no podemos deciros más que gracias por vuestra dedicación, vocación y pasión que ponéis.

Gracias a todo el equipo que formáis, porque habéis sido mi primera gran familia.

Hoy salgo del nido para echar a volar, a descubrir el mundo con mis padres y mi familia. A llenar de lloros, de carcajadas, de gritos... resumidamente, a llenar de vida, ese hogar en el que me esperan. Todo, gracias a vuestra labor, familia, por la que mis padres y yo os estaremos por siempre agradecidos. Ojalá nos volvamos a encontrar a lo largo de mi vida, en alguna visita que os haré, lo prometo, pero mejor en la calle, en un parque...

Mientras, seguid así, día a día, obrando milagros, haciendo que niños como yo, podamos crecer fuertes y sanos.

Que nada en este mundo, os haga perder la ilusión y vocación en vuestro trabajo.