El terrorismo ha vuelto a causar dolor y muerte. La zona peatonal de las Ramblas de Barcelona fue, esta vez, el escenario elegido.

Las impactantes imágenes de cómo la policía y los servicios de emergencia atendían a los heridos, mientras otros cuerpos yacían inertes sobre el pavimento, nos impresionaron. Pero, sin duda, la imagen más conmovedora -sobre todo para los que tienen hijos o nietos de corta edad-, fue la que mostraba la maltrecha silla de paseo de un niño pequeño y su gorrito blanco en el suelo. La emoción y la rabia nos hicieron jurar en arameo.

Este luctuoso suceso, crónica negra de un 17 de agosto de 2017 (17A), quedará grabada en la memoria de todos nosotros, en general, y de los catalanes, en particular.

La conclusión a la que hemos de llegar, lamentablemente, es que cada vez somos más vulnerables a la sinrazón terrorista. El fanatismo yihadista, así como su sorpresivo modus operandi, parece no tener límites. Ya no existen lugares seguros. ¡Y el miedo es libre!