Mi vida está marcada por tres vueltas al cole. La primera, en septiembre del 86, acababa de cumplir cuatro años y me estrenaba como estudiante. Tenía libros, cuadernos, compañeros, recreo y hasta un pupitre que era solo para mí. Aprendí que a los maestros se les trataba de don y de doña. Y que mi padre, dentro del colegio, era Don Tano, o simplemente "profe". Pero nunca "papá".

Durante años, con el timbre de salir de clase llegaba uno de los mejores momentos del día. En la hora de la comida, mi hermano y yo escuchábamos a nuestros padres compartir anécdotas del colegio, cada uno del suyo. Porque mamá también era maestra. Se habían conocido trabajando y desde entonces seguían juntos, pero con compañeros y patios de recreo diferentes. Eran historias de otras aulas, de otros mundos, y con ellas los purés de verduras y la merluza pasaban mejor.

La segunda vuelta al cole importante llegó cuando pasé de la EGB al instituto. Dejé de tener a Don Tano en el patio y mi orgullo adolescente se tambaleó. Me faltaba la seguridad de saber que estaría en algún punto, preparado para levantarme si me caía. Un día de aquellos grises, y sin que yo le dijese nada, vino a buscarme por sorpresa. Y entonces supe que, incluso cuando ya no pudiese verle, él estaría ahí para ayudarme.

La tercera vuelta al cole que marcó un antes y un después en mi vida coincidió con el cambio de siglo. Estrenaba vida universitaria a más de 1.000 kilómetros de distancia, en Barcelona. Prometía ser la vuelta al cole más bestia. Don Tano y yo recorrimos juntos las 17 horas de tren que nos iban a separar durante cinco años. Después de dos días familiarizándonos con la ciudad, desde la ventana del colegio mayor le vi alejarse por el Paseo de Gracia, camino de la estación para volver a Vigo. Separarnos dolió. Mucho. Pero nos hizo más fuertes. Y de repente, supongo, me hice mayor.

Hoy quiero decir gracias, Don Tano, por haber sido capaz de convertir cada vuelta al cole en todo un acontecimiento. Este año, y después de cuarenta ejerciendo como maestro, la vuelta va a ser diferente para ti. Estrenas una nueva rutina que vas a poder construir a tu manera, y que seguro sabrás convertir en una aventura para ti y para todos. Feliz jubilación, Don Tano. Feliz primer día de tu nueva vida, papá.