Considerándome una persona normal y aún a riesgo de rayarme creo que dedicarse a la política tiene sus riesgos. Uno de ellos, el de llegar al ridículo, lo ha alcanzado plenamente Sánchez quien como las patronas a cualquier cosa llama chocolate. Está colocando el procés catalán donde la democracia y sobre todo la razón suelen ponerlo, que es en el escusado, donde tantas otras pulsaciones primarias y necesidades fisiológicas son evacuadas.

Sigue cansinamente encaramado al alambre de la precariedad mental con su pobre ideario político sin desvariar un ápice del catecismo de la palabrería sin sentido ni hechura morfológica alguna: la plurinacionalidad, mientras sus barones le soplan; federalismo cooperativo y asimétrico, miniestados, autonomista y los que queden por venir o se le ocurran. A tiempo está y tiempo tiene y aún le sobra.

Considerando su derecho de dar lecciones a todo el mundo, por muy poco que se conozca el percal, lo que propone sin descifrarlo es una despatrialización de España; ¡ Mare deu! Nunca mejor dicho.

Si por lo menos su tediosa cantinela plurinacional fuese amable, lenta o melodiosa, como los tangos, incluso podríamos escucharla y no nos daría pena, pero tanta pena da que no puedes evitar reírte.

Sánchez sigue impenitente, impertinente e impertérrito dentro de esa especie de locura que le acompaña a todas partes, alejado de todos, -incluso de muchos de los suyos- pero alegre disfrutando de esa pastelería del rancio bizcocho borracho de un PSOE totalmente desconocido que cree dirigir por el buen camino. Camino donde dormitan las fábulas y cuelgan exangües los desvaríos de todos los sueños que ya han sido soñados. Y creyendo que los planetas están correctamente alineados no hay quien lo pare.

Todo esto es lo que piensa una persona normal como yo, que no me siento muy orgulloso de los capítulos de mi vida ni que de repente tampoco se me acabara la medicación. Una persona de lo más normal según dice el más viejo de mi aldea, naturalmente que pasando por alto mi fuerte adicción al Rioja y alguna que otra manía. Digo yo; uno como tantos miles de personas normales que se entretiene con Sánchez y su PSOE.