El 16-IX-2015 -pronto hará dos años-, escribí una carta en este periódico, solicitando al alcalde de Vigo un parking gratuito para el nuevo hospital de la ciudad. Al día siguiente, justo al día siguiente, el propio alcalde anunciaba en este mismo medio que así lo haría, y que "estaría listo para la próxima primavera". A mí la verdad, me alegró la cercanía de fechas, tuviera o no que ver con mi carta. Más de uno pensó que sí. Un compañero mío muy guasón, me mandó un wasap para que le echara una mano con un tema de una alcantarilla a la salida de su casa, que hacía ruido al pasar los coches, y no le hacían caso en el ayuntamiento; por si podía escribirle alguna cosilla.

Ahora estoy como los de Pamplona: entonando el "Pobre de mí". Por lo ingenua que fui al creérmelo. Se me había olvidado lo de los políticos y sus promesas, que son las que les dan votos. Al resto, en nuestros trabajos, nos piden resultados, realidades. Y si no, ¡a la calle!

Crecieron florecillas sin problema durante dos primaveras consecutivas en el terreno destinado al parking, sin que una mala excavadora apareciera por allí a pisotearlas. Es verdad que la situación mejoró desde que bajaron las tarifas del aparcamiento, pero el problema solo se resolvió en parte. Sigue siendo caro acompañar permanentemente a un hijo, a un familiar hospitalizado; siguen siendo pocas las plazas para personal. Hace unos días fui a una reunión de mi Servicio de Farmacia a las 8.15 a.m. Me metí en el tubo de entrada de personal, y estuve 45 minutos esperando a que se abriera la barrera, porque estaba completo. Cuando por fin pude entrar, fui directamente a la salida, porque mi reunión ya había terminado.

Y esto ocurre en una ciudad en la que el equipo municipal trabaja. ¡Qué dirán en otros ayuntamientos! Ahora, si se me permite una percepción personal -que quizá algunos compartan-, diría que, entre lo necesario y lo superfluo, una cierta predilección por lo segundo sí que se nota en nuestro equipo de gobierno. ¿Puede ser? (Podría poner algunos ejemplos, pero no es el caso).

Este equilibrio ("lo necesario" frente a "lo superfluo"), en un particular, no tiene mucha trascendencia (pues cada uno gasta su dinero en lo que quiere), pero cuando se trabaja con el dinero público, adquiere mucha importancia, porque se puede caer fácilmente en la irresponsabilidad o en la injusticia. El tema es claro, ¿no?