El 13 de julio de 1997, ETA asesinó cobardemente a Miguel Ángel Blanco, concejal del Ayuntamiento de Ermua, elegido por sus vecinos en las listas del Partido Popular, y, tal como nos lo recuerdan estos días con motivo del 20º. aniversario de tan trágico crimen, supuso el nacimiento del "espíritu de Ermua" y el "Basta ya", que movilizó al pueblo español contra la barbarie terrorista.

El 13 de julio de 1936, el cadáver del diputado José Calvo Sotelo apareció junto a las tapias del cementerio de la Almudena, de Madrid, con dos tiros en la nuca.

Calvo Sotelo, natural de Tui, era el jefe del Bloque Nacional en las Cortes, ejerciendo una dura oposición parlamentaria por los abusos del Gobierno del Frente Popular, siendo amenazado varias veces por los diputados que apoyaban al gobierno, especialmente por Dolores Ibarruri "La Pasionaria", del Partido Comunista, quien espetó a Calvo Sotelo unos días antes de su asesinato: "Usted ha hablado por última vez aquí".

Los autores del crimen quedaron inmediatamente identificados. Se trataba de escoltas del dirigente socialista Indalecio Prieto (conocidos por "La Motorizada"), quienes, acompañados de algunos guardias de asalto afines al PSOE, y bajo el mando del capitán de la Guardia Civil Fernando Condés (masón, socialista e instructor militar de todos ellos) se subieron a la camioneta núm. 17 de la Guardia de Asalto en el atardecer del 12 de julio de 1936 y se presentaron en el domicilio del dirigente de Renovación Española, Antonio Goicoechea, quien no se encontraba en él; para continuar al de Gil Robles, jefe de la CEDA y líder de la oposición, el cual tampoco estaba en casa (ambos habían sido amenazados también en las Cortes por los diputados del gubernamental Frente Popular). Fue entonces cuando fueron al domicilio de Calvo Sotelo a altas horas de la noche para sacarlo de la cama y se lo llevaron a la camioneta, pese a las protestas de Calvo Sotelo alegando inútilmente su inmunidad parlamentaria y los lloros y lamentos de su esposa, hijos y demás miembros de la familia.

El asesinato de José Calvo Sotelo disipó algunas dudas (como la de Francisco Franco, que llevaba desde marzo del 36 enviando cartas al Gobierno para que impusiera la ley y el orden en las calles de España, ensangrentadas por los enfrentamientos políticos de los que querían la revolución, con apoyo del Gobierno, y los que trataban de evitarla). Este ambiente de terror que se vivía en España llegó a su punto culminante con este cobarde crimen y propició que Franco iniciara la sublevación en África el 17 de julio de 1936 para acabar con la barbarie y el abuso revolucionario del Frente Popular.

El sacrificio de José Calvo Sotelo no fue en vano. Su sangre y la sangre de todos los que le precedieron y los que cayeron en la Guerra Civil -al igual que las guerras civiles en la Inglaterra (siglo XVII), Francia (siglo XVIII), USA e Italia (siglo XIX)- supuso la creación del Estado moderno, cuyos cimientos están en los Principios y Leyes Fundamentales del Estado, y que, tras la Reforma Política de Adolfo Suárez, nos ha llevado a la España actual.