De pronto, de un día para otro, me he encontrado sumergido en ciertos meandros intelectuales de bajo voltaje, más propios del bajo vientre encabritándoseme la salud. No le echo la culpa a este tiempo tan tórrido y abrasador, que como dice el paisano más longevo de mi aldea es una bendición de Dios para aquellos a los que les falta un pequeño hervidero que lo puedan conseguir por fin.

Mi doctor de cabecera -una encantadora señora ya mayor- después de unas pruebas y analíticas le ha quitado toda importancia y le ha echado toda la culpa al peso de los años y solo espera que todo se quede como la mejora del buen vino con el paso de la edad.

Eso sí, me ha prohibido el desenchufe de toda tertulia política de las que últimamente venía absorbiendo bastantes. Incluso la local -la más nociva- ni tocarla siquiera levemente. Ya hace unos años me quitó, así de repente, toda atención de los programas deportivos tan en moda de los que era ferviente devorador. Deformación de entrenador colegiado tiempos ha.

Desde que me he quedado viudo, me he acostumbrado a tener toda la noche encendida la televisión con la que duermo a pierna suelta, acostumbrado a su dulce arrullo; lo que es un desgañitamiento del tertuliano de turno me suena a nana celestial. A eso no solo he llegado sino que también me he familiarizado. Me cita la buena doctora tres nombres raros y difíciles de pronunciar de otros tantos psiquiatras extranjeros para avalar su tesis y reconocimiento.

También me ha dicho que algunos días me costará habituarme a la nueva situación. Semanas me costó olvidarme de tácticas y alineaciones. Ahora esperar a olvidarme de los políticos y sus partidos. Ya he empezado a ver programas de extraterrestres y de enigmas del Evangelio, entre otros a los que encuentro ya muy interesante.

Mejoría y mejor parece que me encuentro. Como dice el viejo aquel, lo importante es llegar al fondo del pozo, porque de ahí en adelante solo cabe ir subiendo, ya que no queda otra. Mientras no me atraiga la prensa rosa, que según palabras del galeno sería fatalmente mortal, creo que voy por el buen camino. Eso espero. El tiempo ya lo dirá. Y yo ya se lo "dicirei"; castizo decir de Negreira.